México y la RASD: 35 años de relaciones diplomáticas y lazos culturales (I)

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Detalle del frente de la Embajada de la RASD en México

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Por Luz Marina Mateo (entrevistas, redacción y fotos), desde México DF*

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“México apoya al pueblo saharaui

en su lucha por la independencia total”.

Jesús Contreras Granguillhome, 1987.

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Este trabajo (dividido en tres entregas), surgió como necesidad de mostrar cómo un país latinoamericano ha mantenido continuidad en su política exterior independientemente de la alternancia de gobiernos. Con ese fin nos trasladamos a México, para reflejar las relaciones diplomáticas ininterrumpidas desde hace 35 años con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). He aquí el resultado, desde varios de los y las artífices de ayer y de hoy, en primera persona. 

A lo largo de este extenso reportaje, les presentaremos doce entrevistas a dirigentes políticos y diplomáticos, artistas, intelectuales, miembros del movimiento asociativo de amistad con la RASD (todos de México) y a un «mexsaharaui». En ellas, sus protagonistas nos narran sus vivencias, anécdotas y reflexiones sobre el tema.

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Parte I

Protagonistas de la historia y la política

En esta primera parte quiero contarles que -como en otras ocasiones- resistiré la tentación de hacer bitácora, aunque no sin esfuerzo. Cualquiera que conozca México, sabe que es un mundo agitado, rico y de contrastes: desde sus paisajes, su historia y su cultura, pasando por ciertas maravillas arquitectónicas y museos, hasta llegar a su vida cotidiana en los mercados populares y las manifestaciones callejeras. Pero, creyendo que quienes leen estas líneas son personas informadas y curiosas, no quiero aventurarme a contar lo que seguramente ya saben por otros medios. En esta entrega compartiremos cinco entrevistas, por lo cual, la propuesta es tomarse el tiempo para disfrutar de las palabras.

Un poco de historia

Las relaciones entre los pueblos mexicano y saharaui datan de 1975, fecha anterior al nacimiento de la RASD, el 27 de febrero de 1976. Aun antes de la proclamación de la independencia, representantes saharauis visitaron México para vincularse con personas e instituciones destacadas que pudieran contribuir a consolidar a la nueva República africana, a través del reconocimiento de su estatalidad.

Si bien no se trata aquí de recorrer la historia de la RASD, cabe recordar brevemente que se trata un país situado en África del norte, que en 1975 fue invadido por un Estado vecino (el Reino de Marruecos), el cual ocupa hoy dos tercios del territorio saharaui -incluyendo su salida al océano Atlántico-, permaneciendo aún pendiente un referéndum de autodeterminación dispuesto por las Naciones Unidas en cumplimiento de su resolución 1514 (1960) y demás instrumentos normativos que establecen para el pueblo saharaui el derecho de decidir sobre su territorio, sus recursos naturales y su destino.

Es de destacar que este contencioso por la autodeterminación de la última colonia de África, está prácticamente ausente en los grandes medios de comunicación a nivel mundial, a pesar de tratarse de un conflicto que lleva más de cuatro décadas sin poder resolverse conforme al derecho internacional y que conlleva para el pueblo saharaui una situación de sufrimiento y exilio.

Volviendo al caso que nos ocupa, en consonancia con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que fija como uno de sus principios normativos la autodeterminación de los pueblos, el 8 de septiembre de 1979, en el seno de la Reunión de Jefes de Estado de la VI Conferencia Cumbre de Países No Alineados, México (gobernado entonces por el Partido Revolucionario Institucional), a través de quien era el Secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, anunció: “el Gobierno de México ha reconocido como nuevo Estado de la comunidad internacional a la República Árabe Saharaui Democrática”.

Tiempo después, el 24 de octubre del mismo año, se establecieron relaciones diplomáticas con la RASD y en 1988 el Gobierno Saharaui abrió una Representación Diplomática en México.

Desde entonces, se han fortalecido y estrechado los lazos culturales, políticos y diplomáticos existentes entre el pueblo saharaui y los pueblos latinoamericanos y caribeños en general y el mexicano en particular. Para mostrar este devenir, comenzaré por los y las protagonistas del hoy y luego nos trasladaremos hacia los del ayer, lo cual nos dará otra perspectiva de esta historia construida a partir de entrevistas (que, espero, lleguen a ser parte de una publicación académica de mayor volumen).

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Desde la Cancillería mexicana: «Nuestra mayor empatía hacia los saharauis y nuestro mayor respeto hacia todos los países latinoamericanos que los apoyan»

En el marco de este trabajo, he tenido la oportunidad de dialogar con la embajadora María Carmen Oñate Muñoz, Directora General para África y Medio Oriente de la Secretaría de Relaciones Exteriores (Cancillería) de México. Me recibió en su oficina del edificio emplazado frente al Hemiciclo de homenaje a Benito Juárez, desde donde señaló claramente la posición de su país respecto del pueblo saharaui y la RASD.

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MCOM

M. C. Oñate M.

 

¿Qué hechos destacaría de estas tres décadas y media de relaciones entre ambos países?

Son 35 años de congruencia, en los que México, a partir de sus compromisos y sus principios internacionales que comenzarían en 1960, cuando en Naciones Unidas se aprueba la Resolución 1514, que es esencial para hablar de las relaciones de México con la República Saharaui. Sí ha habido hechos notables: cuando este tema se lleva a Naciones Unidas, el asunto es objeto de una reflexión y para México no es difícil determinar cuál es el derrotero de sus relaciones con la República Árabe Saharaui. México ha sido siempre un país defensor de la libertad y la autodeterminación de los pueblos, ha apoyado todas las causas que han tenido que ver con la descolonización… México mismo tiene un origen colonial que le hace ser muy cercano a las luchas, a la búsqueda y a las aspiraciones de libertad de los pueblos. Yo diría que el primer hecho -desde luego- es el establecimiento de las relaciones, el reconocimiento que realizó el Secretario [de Relaciones Exteriores mexicano] Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa y que se ha mantenido hasta la fecha; hemos tenido visitas del Presidente de la República Árabe Saharaui, de funcionarios de otro nivel; yo tuve la fortuna de recibir el año pasado a la ministra de Juventud (una mujer encantadora, con la que tuve oportunidad de conversar)… yo diría que ha habido muchos momentos importantes pero, lo más importante, ha sido la permanente y cercana simpatía y la posición inalterable de México con respecto al tema de la autodeterminación del Sáhara Occidental.

Este reconocimiento y este apoyo, ¿han provocado tensión con otras Embajadas, en el marco del conflicto existente?

Como sabe, México es un país muy predecible en su actuación internacional. Somos un país que ha manejado con mucha seriedad su política internacional y que atiende a principios históricos constitucionales y en apego a las Resoluciones de las Naciones Unidas. Como somos tan predecibles, la verdad es que creo que ningún país serio se hubiera atrevido a cuestionar o a hacer alguna observación sobre la política exterior de México respecto de ningún tema y, en concreto, respecto del principio de autodeterminación. Ningún país serio hubiera podido hacer eso con un país que también es serio en su conducta internacional. En todo caso, si la hay, no ha quedado registrado.

¿Qué tipo de cooperación hay entre México y la República Árabe Saharaui Democrática?

Yo no tengo un gran registro de las actividades de cooperación (debo decir también que no es exactamente un tema que esté bajo mi responsabilidad) pero sí puedo decirle, por ejemplo, que México ofrece becas de formación para funcionarios y jóvenes de la República Saharaui. En alguna ocasión hemos tenido aquí estudiantes… así que hay una relación básicamente en formación de recursos humanos en materia diplomática y conocimientos de español. Claro que, para ellos, lo del español no es importante, porque es uno de los temas que compartimos.

Justamente referido a esto último, ¿cuáles son los lazos que encuentra entre el pueblo mexicano y el saharaui?

Desde luego el idioma. Es fácil y agradabilísimo para nosotros, es muy sencillo relacionarnos con el pueblo saharaui. Lo segundo es que compartimos ese antecedente colonial y del mismo país, España, aunque en épocas totalmente diferentes. También que hemos sido pueblos que hemos tenido que luchar por lograr nuestra autodeterminación. Y, en última instancia, hasta geográficamente estamos en la misma latitud dentro del mapa, el Trópico de Cáncer nos toca a los dos. Tenemos entre los dos mucha identidad y el relacionamiento es realmente muy fácil. Hay muchas otras cuestiones que tienen que ver con su origen árabe, por ejemplo, que nosotros también compartimos: todos los latinoamericanos que fuimos colonia española recibimos una influencia árabe importantísima. También en nuestras relaciones familiares y nuestra forma de ver el mundo compartimos muchas cosas.

¿Cuál cree que debe ser el rol de América Latina respecto de coadyuvar a la concreción del principio de autodeterminación, en este caso, del pueblo saharaui?

El rol principal es el indeclinable apoyo a las Resoluciones de Naciones Unidas que hablan del derecho a la autodeterminación y la realización de ese referéndum que se ha venido posponiendo desde hace tanto tiempo. La CELAC [Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños], como usted sabe, ha tenido pronunciamientos muy claros también en relación con el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. El apoyo a la Minurso para que tenga la capacidad de supervisar temas como los derechos humanos, que es importante. Y, sobre todo, un apoyo indeclinable al derecho del pueblo saharaui a determinar su propio destino.

Ese rol también debe jugarse en el seno de las Naciones Unidas, entonces…

Yo asumo que se hace. En el caso de México -no puedo hablar por los otros países-, nosotros hemos sido cuatro veces miembros del Consejo de Seguridad y, en cada oportunidad que hemos estado ahí, hemos sido un país que ha apoyado indefectiblemente el derecho a la autodeterminación, la labor de Minurso, que se incluya el tema de derechos humanos… Y todos nuestros pronunciamientos, año tras año en los trabajos de las Naciones Unidas, han sido en apoyo al derecho de autodeterminación del Sahara Occidental.

¿Cuál es su mensaje para el pueblo saharaui?

Que saben que pueden contar con nosotros. Somos un país -como dije- serio y mantenemos nuestros principios a través del tiempo: así lo hemos hecho y vamos a seguir haciéndolo. Nuestra mayor empatía hacia los saharauis y nuestro mayor respeto hacia todos los países latinoamericanos que los apoyan.

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La palabra saharaui: «Nos vemos como el Estado embajador de América Latina hacia África y el mundo árabe»

La Embajada de la RASD en México es austera y cálida. Punto de reunión no solo diplomático sino también del asociativismo (no mencionaré por ahora a nadie… los agradecimientos irán en la tercera y última entrega de este informe), tiene ambiente de casa de familia saharaui: té, alfombras, almohadones, dromedarios (en esculturas de papel o en fotos, quédense tranquilos los vecinos…) y banderas nacionales. Allí conversé con su titular, el Encargado de Negocios Ahmed Mulay Ali Hamadi, no solo sobre las relaciones con México sino sobre varios aspectos del conflicto.

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AMA

A. Mulay Ali Hamadi

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¿Qué balance realiza de estas décadas de relaciones diplomáticas entre México y la RASD?

Estos 35 años de historia hablan de algo muy importante no solo para nosotros o para México y los mexicanos sino para esa élite de países que está impulsando la creación de un orbe donde se respeten el derecho internacional, los derechos humanos y al ser humano antes que cualquier cosa de índole económico o de interés personal. México tiene una historia muy parecida a la nuestra: se independizó, fue invadido y ha tenido que dar mucha sangre y muchos héroes, que es lo mismo que le está pasando a la República Árabe Saharaui Democrática. Por esa razón, cuando alguien revisa la historia mexicana, siente como si estuviese estudiando la historia de la República Saharaui: basta con ver los principios fundamentales de la política exterior mexicana para llegar a esa conclusión. Hay mucha relación entre historia y principios. El apoyo diplomático que México da a la República Árabe Saharaui Democrática desde 1979, es extraordinario: basta decirle que el único país que, hasta ahora, ha logrado una reunión del Consejo de Seguridad sobre la cuestión de los derechos humanos en el Sáhara Occidental fue México en 2010, a raíz de la situación de Gdeim Izik: el embajador mexicano solicitó ese encuentro y, hasta el momento, ningún país por muy aliado que sea, lo ha hecho… pero claro, se encontraron frente a otro embajador (el francés), que logró parar las cosas.

¿Cómo es su actividad aquí?

Antes de que yo viniese hubo aquí varios embajadores y representantes diplomáticos. Al llegar, comencé a hacer encuentros y visitas, desarrollé una estrategia en la que se abarcaron varias ramas como la sociedad civil, la parte universitaria y la parte política: el Gobierno Federal, el Senado, la Cámara de Diputados, los partidos políticos y los Estados fuera del Distrito Federal. Desde el primer momento, cuando me relaciono con cualquier persona -de cualquier nivel cultural- y le hablo del pueblo saharaui, del único país árabe de habla hispana, ya desde ahí se sienten el cariño, la solidaridad y el acercamiento. Durante estos casi diez años, puedo asegurar que nunca me he encontrado con un solo mexicano en contra del derecho del pueblo saharaui.

¿Hubo reacción de la Embajada marroquí?

Manejó todas las posibles tramas que Ud. ya conoce: dieron regalos, cenas, billetes [pasajes, boletos de viaje], premios, todo… pero nunca han podido llegar a comprar el honor, la ética o los principios de un mexicano. Incluso hay muchísimos mexicanos que han estado en la Embajada marroquí, que fueron invitados o recibidos por el embajador y luego me llaman y me dicen: “Mira, Ahmed, este señor no tiene vergüenza… nos cuenta esto y esto y esto… cree que no sabemos”. El problema es que creen que la gente no conoce, que es ignorante. Y México es un país muy culto: aquí la tecnología, internet, los libros, las Universidades y la cultura, existen.

¿Cómo lucha Ud. contra el «muro del silencio» de la desinformación?

Son 120 millones de personas. Y la Embajada saharaui es modesta. Sin embargo, es ahí donde nuestra labor es importante: una de las estrategias que hemos desplegado es la de tener en México mexicanos embajadores del Sáhara, no solo saharauis. Llegamos a la conclusión de que una persona que ha ido al Sáhara, ha estado en los campamentos de refugiados y vuelve, es el mejor embajador. Por eso, desde 2005 desarrollamos un programa de viajes; empezamos haciéndolo dos veces al año y, en 2007, lo redujimos a una. Desde entonces, ya son más de cuatrocientos los embajadores del pueblo saharaui mexicanos en México. Muchas veces voy a Universidades, Ministerios o centros culturales y me encuentro con gente que me dice: “Yo conozco la causa saharaui porque conozco a Fulanito, que viajó, me mostró fotos y me contó… estoy muy con ustedes, me dejó impactado”.

¿Qué rol jugaron para lograr esto los amigos y amigas de la RASD aquí?

Hay que saber que la primera delegación saharaui que llegó a México lo hizo en 1975. Incluso, la lucha todavía era contra España. Y aquí encontraron puertas abiertas ya en aquel tiempo y, desde entonces, se empezaron a crear ciertas relaciones que derivaron en la creación del Comité de Apoyo al Pueblo Saharaui en 1976, por iniciativa del Prof. Jesús Contreras (que en paz descanse) por lo cual siempre hubo una manera de movilizar y sensibilizar. Claro que todo se intensificó en 2005, cuando pasamos de un comité a una Asociación Mexicana de Amistad con la República Árabe Saharaui (AMARAS), porque queríamos que la gente conozca a la República Saharaui. Salió un bonito nombre que es AMARÁS… muy bello… y esa asociación es la que está haciendo todo el trabajo junto a lo que realizamos desde la Embajada con los viajes, los documentales mexicanos, libros publicados, conferencias, etc. Es algo muy interesante porque, en América Latina, la élite política, debido a los intereses con Marruecos y otras cosas, puede que tenga cierto “encogimiento” hacia el tema pero la sociedad civil no… y juega un papel importante. Y ahora, con las redes sociales, es mucho mejor. Si bien puede haber desconocimiento en parte de la sociedad, ahora hay muchísima gente que conoce y eso nos ayuda mucho.

Pasemos al conflicto. ¿La opción es esperar a la ONU o tomar las armas, como pretenden algunas personas jóvenes -y no tanto-?

Pues mire, es una situación muy seria en la que el gobierno saharaui, más temprano que tarde, tiene que dar una respuesta. Es verdad: muchos jóvenes -y yo siempre estoy en contacto con muchos de ellos en los campamentos y en las zonas ocupadas, debido a que en un tiempo fui el secretario general de juventudes- están enfadados, nerviosos, hartos… Se está intentando calmar y calmar pero es muy difícil seguir haciéndolo. Este año es muy importante desde otro punto de vista: es el año del Congreso del Frente Polisario. En el que realizamos hace cuatro años tuvimos dos opiniones muy serias, fuertes y enfrentadas. Una era “ya a las armas” y la otra decía “no, le damos una chance a Naciones Unidas”. Se consiguió en ese momento un cierto acuerdo pero la pregunta es: ¿Qué va a pasar con eso en diciembre de 2015, cuando hay elección de presidente, de dirección del Frente Polisario, etc.? Entonces, es un año muy serio. Si la ONU no consigue dar un paso importante este año -sobre todo hablando de abril, ya que el Sr. Ban Ki-moon en su informe de 2014 dijo que 2015 tiene que ser definitivo en este asunto-, que haga que esta juventud y esa opinión anti ONU o anti Minurso logre ver que sí, que se puede llegar por la vía pacífica, la cosa va a ser muy seria, muy seria…

Y Ud., ¿qué espera que suceda?

Sinceramente, no veo factores contundentes que demuestren que vaya a pasar algo. Sí hay cosas como este paso que dio la Unión Africana relativo a hacer actividades del bloque en las zonas liberadas del Sahara: eso podría empujar a Marruecos a cierta posición o a ciertas actividades irracionales. También está el factor de las elecciones españolas, donde se están debilitando los dos partidos fuertes y, para buscar votos, tendrán que posicionarse o con Marruecos o con el pueblo saharaui y no quedarse ahí, en la mitad. Otro factor es que la pelea que hay entre Francia y Marruecos podría debilitar la posición de Francia en el Consejo de Seguridad… Además, esperamos que siga ese apoyo que tenemos de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. Todos estos son elementos que podrían llegar a producir algo.

¿Y entonces…?

Abril va a ser muy crítico para el gobierno saharaui y para la Minurso y la ONU. Y no solo eso: porque hay que tener en cuenta que todo lo que ocurra en el Sahara Occidental tiene sus consecuencias en la zona, que está muy desestabilizada, en una situación muy difícil. Solo basta con ver lo de Mali, Libia o la inmigración… el hachís y otras drogas que está moviendo Marruecos intentando hundir con eso a la región; las manifestaciones continuas en las zonas ocupadas, los prisioneros saharauis (que acaba de morir uno de ellos dentro de la cárcel)… entonces, nos preguntamos: la comunidad internacional, ¿busca la estabilización del orbe o su desestabilización? Ese es un interrogante que no puedo responder porque en él entran las respuestas de las empresas armamentísticas o de las organizaciones que buscan que haya más hambre para vender más medicinas, por ejemplo. ¿Qué va a pasar? Depende de la fuerza que tenga una opinión u otra pero hay están sobre la mesa: guerra o paz. Y eso depende del Consejo de Seguridad.

¿Qué puede hacer América Latina ante esto?

América Latina para nosotros es un factor muy importante. Nuestra filosofía de Estado se basa en tres principios: somos africanos (por donde estamos), somos árabes (también por donde estamos) y somos hispanófonos por la cultura. Incluso en el futuro, como Estado independiente queremos ser miembro de todas las organizaciones iberoamericanas. Y no solo eso: nos vemos como el Estado embajador de América Latina hacia África y el mundo árabe. No concebimos, el día de mañana, a ningún país latino que busque expandirse económica, turística o políticamente hacia África o el mundo árabe, que no tenga su primera Embajada en la República Árabe Saharaui Democrática. Queremos que los latinoamericanos entiendan esto y busquen la manera de hacer más hincapié -junto con la Unión Africana- para poder solucionar este problema. Tienen que hacerlo con la frente bien alta porque el derecho está con nosotros. La pregunta que uno se hace es cómo es que un Estado (reconocido por la Unión Africana y con más de 83 reconocimientos en el mundo, al que le acompañan el derecho internacional, opiniones de la Corte de La Haya y los Departamentos Jurídicos de las Naciones Unidas y el Parlamento Europeo, sumado esto a miles de resoluciones de todo el mundo), porque un país utiliza el veto en el Consejo de Seguridad -me refiero a Francia- ve paralizada la solución de este asunto. Es una pena que Francia utilice su veto contra los derechos humanos en el Sahara Occidental porque Marruecos, como su aliado histórico, es el que hace la política sucia que Francia no puede hacer con su ejército, sus personalidades y sus espías. Por todo eso, Francia levanta la mano y dice: “los derechos humanos no se deben respetar en el Sahara Occidental”. Esto es vergonzoso.

¿Cuál es el mensaje para América Latina en general y para Argentina en particular?

Quiero dejar un mensaje muy cordial a toda América Latina en general y, particularmente, a Argentina y a sus autoridades, con el deseo de que muy pronto pueda yo tener un colega embajador saharaui allí. Pero, independientemente de eso, les hacemos un llamamiento para que echen la vista hacia afuera de América Latina y busquen a los países que van a ser más aliados, como el Estado saharaui. Que procuren la aplicación del derecho internacional y los derechos humanos en todo el mundo. Porque solo así podremos hacer de esta Tierra, que es la única casita que tenemos todos, un sitio ordenado en el que cada uno respete al otro y en el que todos podamos vivir y convivir. Y les llamamos a dar justicia a quien merece justicia. Incluso les pido que estudien y analicen el conflicto marroquí-saharaui y, si creen que Marruecos tiene razón, apóyenlo. Digan “no, La Haya, la ONU y la Unión Africana están equivocadas”… y apoyen a Marruecos. Pero deben dar un paso hacia donde la justicia lo necesite.

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Desde el Senado de la República: «Se debe respetar el principio de autodeterminación de los pueblos y el derecho internacional»

Comenzando ya con la retrospectiva, veremos qué ha pasado en el Senado mexicano hace casi diez años, cuando se creó la Comisión de Relaciones Exteriores para África. En ella hubo una ardua tarea para evitar presiones y enfrentamientos y se llevaron a cabo varias acciones para incluir el tema del Sahara Occidental. Sobre ello nos cuenta la Mag. Arcelia Flores Castro, quien fue su primera secretaria, desempeñando ese cargo hasta 2011.

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A. Flores C.

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¿Cuál es la historia de la Comisión de África en el Senado mexicano?

La crearon en septiembre de 2006, escindiéndola de [la Comisión de] Europa, porque en la legislatura anterior había funcionado como una Comisión de Relaciones Exteriores para Europa y África, aunque los asuntos vinculados a ambos continentes son totalmente diferentes; por lo tanto, fue la primera Comisión de África como tal en calidad de ordinaria y eso es muy importante, porque se dedica a análisis, dictamen y resolución de asuntos que se vinculan con todos los países africanos. Yo fui asignada a esa Comisión (formo parte del servicio civil de carrera del Senado) en octubre de 2006.

¿Cómo fue su aproximación al tema del Sahara Occidental?

Como parte del desarrollo y estudio de los distintos temas que se relacionan con África, en algún momento tuvo que llegar el análisis del caso del Sahara Occidental y de manera especial, porque somos de los pocos países en donde hay Embajada de la República Saharaui pero también hay Embajada del Reino de Marruecos. Entonces, eso siempre institucionalmente crea una tensión diplomática se puede decir, porque hay que saber que existe un problema diplomático no resuelto en el cual, institucionalmente, no se puede a veces sentar en la misma mesa a las partes si no están de acuerdo… sin embargo, en el Senado, lo que hicimos en aquel entonces fue decir: tenemos relaciones diplomáticas con ambos, se les invita a todos los miembros del cuerpo diplomático acreditado en México. Se les extendía la invitación para que acudieran a nuestros eventos que, en su mayoría, fueron de carácter académico como conferencias y mesas de análisis; todo lo que tuviera que ver con difundir lo que pasa en África porque, lamentablemente, somos un país que, a pesar de que estamos en América, estamos mucho más alejados de África que, por ejemplo, Cuba, Venezuela, Uruguay o Brasil.

¿Pudieron trabajar aun con las tensiones (y no más allá de ellas) que nos refiere?

Sí. Fue un poco difícil pero siempre afortunado, teniendo sobre la mano (por decirlo de manera metafórica) el conocimiento del principio de autodeterminación de los pueblos -que, además, es el primer principio establecido en la política exterior mexicana-, empujando al respeto al derecho internacional… No hubo de otra: las partes tuvieron que acceder a trabajar bajo las condiciones en las que el Senado invitaba. Sí tuvimos doble o triple trabajo, porque tuvimos que organizar dobles eventos: uno para la RASD (donde analizamos el problema de descolonización inconclusa) y, por otro lado, alguna conferencia parecida en cuanto a Marruecos y su visión de la problemática. Siempre en la Comisión procuramos que la Embajada de Marruecos no sobrepasara lo que legalmente podía, es decir, si se organizaba una conferencia sobre el Sahara Occidental, nosotros poníamos dos ponentes y la Embajada uno. Tratamos de no permitir que sobrepasara la legalidad internacional, porque también sabemos que hay embajadores que tienen demasiadas acciones injerencistas.

¿Hubo algún momento crítico de tensión?

Sí, hubo momentos críticos en donde el embajador se sobrepasó en algunas acciones. En particular, en un evento que se llevó a cabo en la Embajada de Costa de Marfil. Y, en virtud de que con antelación hubo muchas cosas que venían tensionando la relación con el Senado, el presidente de la Comisión -el senador Salomón Jara-, tomó la determinación de emitir un comunicado donde le hace un extrañamiento al embajador de Marruecos en ese entonces (Mahmoud Rmiki), por el cual lo exhorta a respetar la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y el derecho internacional, porque él estaba acreditado en México y, por lo tanto, tenía que atenerse a las instituciones y la legalidad mexicana. Solo así logramos que al embajador “le cayera el veinte”. Porque, además, nosotros no podemos resolver aquí el problema del Sahara Occidental: eso se está intentando resolver en las Naciones Unidas.

¿Qué actividades realizó Ud. tanto durante su función en la Comisión como después?

En el tiempo que estuve allí (que fue desde octubre de 2006 hasta abril de 2011), organizamos de todo: mesas de análisis, conferencias de diplomáticos saharauis y hasta un concierto cuya recaudación se donó a la Media Luna Roja Saharaui. Sin embargo, cuando dejé la Comisión -porque llegó otro senador que tenía interés en poner en la función de secretaría a otra persona- han sido dos las vertientes en las que he seguido interesada en difundir el tema del Sahara Occidental: en la academia y en todos los aspectos de mi vida personal en donde puedo. En ocasiones escribo algún artículo para una revista, hace poco junto con otros autores sacamos un libro sobre el Sahara Occidental… siempre que puedo trato de sensibilizar sobre este tema de las relaciones internacionales, que es uno de los que están totalmente olvidados porque existe desinformación y manipulación.

¿Por qué sucede eso?

Porque, como se dice en México “en esta viña del Señor hay de todo”… entonces, hay académicos que, si bien no dicen mentiras, dicen una verdad manipulada. Hay una labor muy grande que hacer en el sector académico para las futuras generaciones, a efectos de que a este conflicto lo conozcan, sepan que existe, que está ahí, que es una de las cosas que Naciones Unidas no ha podido resolver (sabemos también por qué: hay actores en el Consejo de Seguridad que están siempre pendientes de que no se resuelva) y eso beneficia a Marruecos, a las potencias occidentales que contraviniendo la legalidad internacional compran o permiten la venta de la pesca, los fosfatos y permiten las exploraciones de petróleo… Se supone que, de acuerdo a la normatividad de Naciones Unidas, esto no puede hacerse si sus beneficios no son disfrutados por la población autóctona, el pueblo saharaui.

¿Cuáles son los posibles escenarios que ve en este conflicto?

Desde hace varios años está latente el interés de estas nuevas generaciones que han nacido y vivido en los campamentos por retomar las armas. Sin embargo, en lo personal, creo que es una decisión difícil de tomar por muchas razones. La primordial es que el principal aliado de los saharauis -que, como sabemos, es Argelia-, por la coyuntura actual del terrorismo no estaría dispuesto a otorgarle nuevamente armas al Polisario, como lo hizo en los ’70 y principios de los ’80. Hoy es otro contexto mundial y, si no es Argelia, yo no veo quién más pueda proporcionarles armas a los saharauis como para que ellos, de manera real, piensen en retomarlas. Eso, en contraste con una enorme diferencia que tiene Marruecos, que ha tenido la posibilidad de comprarle armas a España (está demostrado) y a Francia. La vía diplomática es lenta, Christopher Ross ha tenido una de sus labores más difícil en esta encomienda, sobre todo porque tiene el rechazo o la desaprobación del rey Mohamed VI, que no lo recibe como debería. Sabemos que las conversaciones están estancadas; se ha realizado algún encuentro pero no se ha retomado la ronda de conversaciones como en 2007 y 2008, donde habían logrado varios acuerdos. Un tercer escenario preocupante es la situación de los saharauis que viven en las zonas ocupadas, a quienes constantemente les son violados sus derechos humanos por el Reino de Marruecos y también el caso de los saharauis que quieren visitar a sus familias: cuando la problemática se tensiona entre las partes, Marruecos cierra el paso a las visitas de intercambio y los saharauis no pueden ir a despedirse (porque es eso: despedirse) de sus familiares que dejaron de ver hace treinta y tantos años y que, seguramente, nunca volverán a ver en su vida.

¿Cree que la ONU será capaz de resolver el tema?

En lo personal, lo único que tengo es fe en que se logre. Pero cuando se analizan los hechos reales y tangibles, veo que es algo que no ha podido solucionar pero que es un problema de origen: mientras Naciones Unidas siga estando formada por un Consejo de Seguridad en donde hay países poderosos y otros no poderosos y en donde son los poderosos los que vetan aunque sea injusto, creo que no solo el problema del Sahara Occidental sino muchos otros van a seguir latentes. Por eso México, desde hace varios años -y, particularmente, a principios de este año- ha manifestado su interés en plantear una reforma al sistema de Naciones Unidas, que está efectivamente muy desgastado y va a llegar a un límite. Hoy, los acontecimientos y las problemáticas pasan de lado de Naciones Unidas y este organismo ya no puede hacer nada.

¿Cuál es su mensaje para los pueblos y/o gobiernos de América Latina y Caribeña?

Lo principal que deben tener en cuenta es que se debe respetar el principio de autodeterminación de los pueblos y el derecho internacional. Pero eso no es posible si primero no se tiene conocimiento de qué es. Me parece importante hacer énfasis en esto porque a veces hay mucha confusión respecto de en qué consiste este principio. Hay gente que dice: “sí, la comunidad indígena tiene derecho a autodeterminarse”. Pero el principio de autodeterminación de los pueblos tiene que entenderse como esa situación en donde un país colonial ha dominado a otro, que tiene el derecho (sus integrantes autóctonos) de decidir si quieren ser libres e independientes o pertenecer a la potencia colonial. Eso es el principio de autodeterminación de los pueblos y creo que deben tenerlo muy claro no tan solo la gente interesada en el tema sino los actores que tienen la capacidad y el poder de decisión en lo político y en lo diplomático.

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Los orígenes. El PRI decide reconocer a la RASD: «Sabíamos que era una lucha por la libertad de un pueblo hermano, amigo, que estaba siendo muy golpeado»

Son las palabras de Gustavo Carvajal Moreno, quien en 1979 (cuando México reconoció a la RASD) era presidente del PRI, el partido que estaba en el gobierno. Con él hablamos en su oficina de la COPPPAL (Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe), entidad de la cual es presidente adjunto.

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G. Carvajal M.

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¿Cómo fue el primer momento -en 1979- de su relación con la República Árabe Saharaui Democrática?

Yo era presidente del PRI y se acercó una persona a saludarme y me dijo: yo represento a los únicos árabes que hablan español… y me estuvo platicando del problema saharaui. A partir de allí establecimos una relación, hablé con el Secretario de Relaciones Exteriores -que era el Dr. Jorge Castañeda, un hombre de primera- y se concretó el lazo de México con la República Saharaui.

¿El proceso fue difícil?

No… no… hubo una simpatía desde el principio, porque sabíamos que era una lucha por la libertad de un pueblo hermano, amigo, que estaba siendo muy golpeado… Y desde que me dijo que eran los únicos árabes que hablan español, dije: bueno, empezamos bien. Reconocimos a la RASD como PRI y, luego de platicar con el Secretario de Relaciones Exteriores y con el Presidente de la República, se procedió al trámite oficial gubernamental.

¿Y cómo continuó todo después del reconocimiento?

Ha sido un proceso ininterrumpido. En muchas reuniones nuestras invitamos al embajador a que nos acompañe y hay una relación de afecto y amistad de muchos años.

Ud. estuvo en los campamentos de refugiados durante el conflicto armado entre el Frente Polisario y Marruecos. Cuéntenos, por favor, en qué circunstancias y cómo fue esa experiencia.

Fue muy buena. No había casas, eran tiendas de campaña… y, cuando avisaban que venían aviones, todo el mundo a esconderse en la arena para que nos detectaran. Estuve tres días y allí empezamos a hablar de la parte internacional de apoyo.

¿Qué opina Ud. del desarrollo del conflicto desde la marcha verde -o “marcha negra”, como la llaman los saharauis- hasta hoy?

Es un problema que ha venido caminando positivamente para los saharauis. Porque, en esa época, no éramos más de tres o cuatro países los que teníamos relaciones con la República Saharaui. Ahora, ya es una relación internacional. Inclusive, tuvimos invitaciones a Marruecos (con el rey Hassan II) para que desistiéramos de este reconocimiento y le planteamos que nosotros seguíamos la política de Naciones Unidas, que había determinado que habría un referéndum y, en base a ello, habría resultados. Es la línea que hemos seguido y seguimos, la de la ONU. Y de ahí no nos sacan…

Puntualmente desde COPPPAL, ¿qué acciones se han desarrollado en función de la resolución del contencioso y en favor de la línea de las Naciones Unidas que Ud. menciona?

Hemos hecho muchas reuniones bilaterales y los hemos invitado mucho [a los representantes saharauis] a nuestros encuentros plenarios. Al embajador lo conocen todos nuestros miembros y hay una simpatía natural por el problema saharaui. Hay muchas empresas y grupos amigos nuestros que han ido a visitar su país.

¿Qué cree que pasará en el seno de las Naciones Unidas con este conflicto?

Inicialmente, no se tocaba el asunto. Después pasó a hablarse de hacer un referéndum para buscar la autodeterminación y, lógicamente, la van a ganar porque es un país que ha luchado mucho… Hemos tenido el gusto de conocer a su presidente cuando vino a México, sus embajadores aquí han sido gente de primera y la relación nuestra con la RASD ha sido excelente.

¿Qué opina Ud. de alguien que afirma que el Frente Polisario debe retomar las armas?

Que está equivocado. No es época de tomar las armas. Quien toma las armas primero, pierde y se echa en contra a todo el mundo. Sería un error, cuando existe un camino diplomático abierto hay que sumar países, sumar voluntades y llegar a lo que es una realidad: el reconocimiento total del país.

¿Cuál cree que es el rol de América Latina en la consecución del objetivo de llegar al reconocimiento de la República Saharaui?

No se conoce mucho el tema. En América Latina somos muy pocos los países que tenemos una vinculación. Habría que hacer todo un lobby para generar más apoyos al reconocimiento.

¿Cuál es la relación entre México y Marruecos?

Tenemos una excelente relación con Marruecos. Hemos estado varias veces allí. En dos o tres ocasiones, sí, me han sugerido dejar de apoyar la causa saharaui pero nosotros hemos dicho que, mientras Naciones Unidas dé una salida por la vía democrática, estaremos con esa salida.

¿Es decir que Ud. cree que el reconocimiento a la República Saharaui ayuda a la resolución del conflicto?

Sí. Porque están buscando un reconocimiento pacífico. Un camino largo pero que gana todos los días espacio.

¿Cuál es su mensaje para los gobiernos de Argentina, Brasil y Chile -que todavía no reconocen a la RASD- y para los partidos políticos de esos países?

Yo he hablado con ellos dentro de los partidos políticos y, como miembros de la COPPPAL, coincidimos en el reconocimiento. Para nosotros, que somos sesenta y ocho partidos de veintinueve países, el reconocimiento es claro.

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Más sobre los orígenes. El primer embajador mexicano ante la RASD habla de una causa «justa, importante y trascendente»

Se trata de Oscar González, un diplomático con mucha experiencia e ideas claras. A él le tocó presentar credenciales ante el presidente Mohamed Abdelaziz, meses después de que México anunciara el reconocimiento a la RASD y en pleno conflicto armado.

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OG

o. González

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¿Cómo fue la experiencia de ser el primer embajador de México en la RASD?

Es una de esas vivencias que lo marcan a uno, porque no solo era identificarse con una causa (ya por sí misma justa, importante y trascendente, como lo es la liberación de todo un pueblo) sino también por la circunstancia, la coyuntura, los hechos que se daban esa época… Yo estuve como embajador de México en Argelia y en Túnez; no en Marruecos, precisamente por el diferendo que había entre Argelia y Marruecos sobre el Sahara Occidental que en ese momento era muy vivo, incluso de confrontación armada en puntos diversos del territorio saharaui. Entonces me tocó promover ante el gobierno de México -ya estando yo allá- primero el reconocimiento y luego el establecimiento de relaciones diplomáticas. Contaba con una ventaja muy grande: un internacionalista y jurisconsulto, Secretario de Relaciones Exteriores de México, que era Jorge Castañeda (el padre, no el hijo), había hecho un estudio y un trabajo técnico-jurídico internacional sobre el Sahara, en el que explicaba hasta dónde, los derechos que Marruecos alegaba tener sobre esos amplios territorios, tenían alguna base o no. Y sus conclusiones eran inequívocas, clarísimas, en cuanto a que solo el pueblo saharaui era el que podía autodeterminar su condición de país y de Estado soberano.

¿De qué manera aprovechó usted ese trabajo del experto?

Él ya conocía el tema de modo que, cuando estuve yo allá, me mantuve en comunicación con él para ver como avanzábamos en tratar de impulsar una atmósfera en el medio diplomático (por lo menos en el área de América Latina), favorable a un reconocimiento de la RASD.

¿Y qué pasos se dieron en ese sentido?

El primero fue asistir a algunas de las celebraciones que llevaban a cabo el 27 de febrero, día de la proclamación de la RASD. Debo haber estado ahí en dos o tres oportunidades. Y, por cierto, me acuerdo como una pequeña anécdota que cuando me tocó hablar en uno de esos actos -en el que, por cierto, estaban Felipe González y el cantante catalán [Joan Manuel] Serrat-, dije “bueno, se dice que no existe la RASD, que es una ficción… eso significaría que todos nosotros no existimos, que somos parte de esa ficción; entonces, no hay tal: es un hecho que hay un pueblo que busca su liberación y otros pueblos y Estados que apoyan esa causa, porque es totalmente legítima y justa”. Ya un poco más adelante, se hicieron las gestiones para que pudiéramos presentar nuestras cartas credenciales en el campamento, que uno no sabía bien dónde estaba localizado porque, además, era época de guerra: estamos hablando de 1979 o 1980 y la cuestión militar estaba muy viva.

¿Cómo fue el momento de presentación de las credenciales diplomáticas en medio del desierto y la guerra?

Me tocó junto con los embajadores de Cuba y Nicaragua hacer las gestiones casi paralelamente, para obtener la cita y hacer la entrega de nuestras cartas credenciales al líder del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz, que es todo un personaje. Un buen día, después de realizar ese largo viaje de más de tres horas desde Argel hasta Tinduf en los Jeeps, llegamos al búnker que estaba bajo la arena y que no se podía ver desde la superficie… tenían sus precauciones muy bien establecidas. Ahí los tres, de a uno, fuimos entregando las cartas credenciales. Tengo algunas fotografías de ese momento y recuerdo que luego mantuvimos una conversación más o menos amplia con Abdelaziz, sobre cómo se veía la situación. En mi caso, tenía que enviar un informe a la Secretaría de Relaciones Exteriores de cómo se había llevado a cabo todo ese evento.

¿Y después de la entrega de credenciales, qué acciones se realizaron?

Ya tuve que gestionar la llegada de un embajador a México y llevar a cabo toda la parte protocolar para poder tener una relación bilateral normal, como con cualquier otro Estado.

¿Por qué cree que el conflicto se ha prolongado hasta hoy?

Pienso que es una cuestión geopolítica que rebasa las fronteras y los intereses del Magreb y del Sahara. La descolonización de Túnez y de Marruecos fue mediante negociaciones con Francia, a diferencia de Argelia que mantuvo una lucha de siete años, dura, difícil, cruenta pero sin ninguna concesión: Argelia se levantó con una plena soberanía; en los otros dos casos -por lo menos en el inicio de su vida independiente-, esta soberanía era condicionada o limitada. Entonces, para no perder de vista sus intereses tanto en relación con el petróleo y el gas como después con los fosfatos, Francia junto con Estados Unidos y, de algún modo, España, Italia y Europa en general, tenían intención de mantener la disputa, de no dejar eso completamente zanjado y resuelto, precisamente para asegurar que sus intereses en esos tres campos tuviesen vigencia e ir adelante con ello.

¿Qué opina sobre el rol de la ONU?

En la época en la que me tocó salir de Argelia a Naciones Unidas todavía estaba la Guerra Fría, los bloques socialista y occidental y el Tercer Mundo. Eso tenía vigencia, era parte de la realidad política. En ese momento, la famosa Resolución de la Asamblea General de la ONU que permitió o favoreció la independencia de muchos países de África y de Asia, todavía se invocaba y se utilizaba para seguir apoyando a países que estaban en proceso de independizarse. De esa etapa de Naciones Unidas a las etapas posteriores (estamos hablando de fines del siglo XX y la primera década de este siglo) la unipolaridad, la dominación y las estrategias neoimperialistas -con su pluralidad pero con cierta unidad de interés- tanto por parte de Estados Unidos como de países europeos, fueron minando y desgastando la presencia y la acción de los otros grupos conformados por los países del Tercer Mundo y los que constituían el bloque socialista. De allí en adelante, Naciones Unidas ha estado sumamente limitada y condicionada para tomar resoluciones y para hacerlas efectivas, como en el caso del Sahara. ¿Cómo hacer una consulta real, imparcial y objetiva? La han bloqueado, saboteado de todos los modos posibles. Esa es la razón por la que todavía el conjunto del sistema de Naciones Unidas  no se sacude esa hegemonía política occidental.

¿Qué visión tiene sobre la cuestión de los derechos humanos en el Sahara Occidental?

Creo que hay países, como es el caso de Marruecos, con una tradición todavía monárquica -a estas alturas, lo que parece un anacronismo ya fuera de la realidad- y que tienen un régimen represor, muy conservador. Trata por todos los medios de hacer valer su interés y ya sabemos que no tiene ninguna legitimidad en los territorios saharauis. Hemos visto en varios episodios en épocas recientes en lo que vendría a ser la primera chispa de la primavera árabe, en Gdeim Izik, estas acciones de choque, violencia y brutalidad. Hay que reconocer y hacer presente que estos regímenes conservadores como el marroquí, no solo al interior sino también hacia el exterior no tienen el menor empacho en pasar por encima de la Carta de Derechos Humanos de 1948 de la ONU, cometiendo toda una serie de violaciones de la libertad de movimiento, de expresión, de asociación, sin respeto a la integridad, a la vida y a los derechos políticos de todo un pueblo. Me parece que esos serían motivos suficientes para llevar a causas concretas y por hechos concretos a un gobierno como el de Marruecos ante el Tribunal de Roma: es decir, ante la Corte Penal Internacional, no solo al Consejo de Derechos Humanos de la ONU que trabaja en Ginebra. Cabría considerar esa posibilidad.

¿Qué piensa sobre la posibilidad de que el Frente Polisario retome las armas, en caso de que 2015 no sea un año de definiciones como se pretende y/o se anuncia?

Creo que el derecho de rebeldía está consignado desde la Carta de Derechos de Francia y, luego, en la Filadelfia. Ahí se dice que la soberanía reside en el pueblo; entonces, cuando el pueblo se percata de que esta le ha sido arrebatada tiene todo el derecho a recuperarla. ¿De qué manera? Uno dice: “ojalá que pudieran hacerlo por vías pacíficas, políticas, parlamentarias”… pero no siempre es posible. Entonces, me parece que cuando es en defensa de una causa y no hay alternativa, nadie en su sano juicio tendría por qué condenar a lo que ya de suyo es una violencia institucional, estructural dentro de un sistema, para arrebatarle a un pueblo su libertad. No se puede excluir esa posibilidad, por más dura y dolorosa que pueda ser. Pero bueno, es solo el pueblo saharaui quien toma sus decisiones.

¿Cuál es el papel que tiene América Latina a la hora de contribuir a la autodeterminación del pueblo saharaui?

América Latina es una región que tuvo, en el siglo XIX, procesos de independencia pero que nunca llegó a ser una independencia verdaderamente popular. Fue una sustitución de virreinatos de la monarquía española por gobiernos criollos pero, básicamente, formados por hijos o descendientes de españoles. En el caso de México, no fue sino hasta la Reforma (en que hubo una separación entre el Estado y la Iglesia) y hasta la Revolución de 1910, donde se puede decir que todos estos modos de organización política de la sociedad mexicana fueron cambiando de manera sustancial. En el caso de América Latina en general, no es muy distinta la situación: entre 1810 y 1830 se fueron dando estas independencias que no lograron serlo cabalmente y la región ha seguido siendo un coto cerrado de los intereses norteamericanos y europeos. No es hasta después de la Revolución Cubana y, hacia adelante, en el último medio siglo, cuando se puede decir que, poco a poco (como lo estamos viendo ahora con los esfuerzos de Venezuela, Ecuador y Bolivia), se están dando nuevas tentativas de lograr una independencia mayor. En estas condiciones, sería muy extraño que con estas nuevas dinámicas no se apoyara al Sahara Occidental. Me parece que es una buena coyuntura como para emprender nuevamente una ofensiva diplomática desde el Sahara y desde todos los puntos de apoyo que puedan obtenerse, para hacer más visibles y de mayor peso ese respaldo diplomático para su independencia.

Finalmente, le pido un mensaje para América del Sur y, puntualmente, para los tres gobiernos que no tienen reconocida a la RASD: Brasil, Chile y la República Argentina. Ud., con su experiencia, ¿qué les diría a esos gobiernos?

Que la coyuntura internacional y la situación en la que se encuentra América Latina, apuntan hacia una presencia y peso mayores en el escenario mundial, cada vez más fuerte y más importante. Y si ahora, en estos tres países, hay gobiernos que han sido votados por una mayoría democrática, que tiende a buscar vías más progresistas para sus propios pueblos, no tienen por qué no considerar esta necesidad de solidaridad con pueblos como el saharaui. A la gente que no está enterada, darle la información y, a quien ya la tiene, que haga algo más allá de la pura retórica. En el caso particular de Brasil, por sus vínculos históricos con el continente africano, con mayor razón tendría por qué interesarse y unirse al resto de América Latina en defensa de la independencia del Sahara Occidental.

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En la próxima entrega, abordaremos la cuestión de los lazos entre México y la RASD desde la academia, el arte y el periodismo: tres entrevistadas excelentes comparten con nosotros sus pensamientos y acciones. Hasta entonces.

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* Este trabajo fue realizado a través del programa de becas especiales para profesionales de prensa de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional al Desarrollo (AMEXCID) y contó con el aval de la coordinación de la licenciatura en relaciones internacionales de la facultad de derecho y ciencias sociales, Benemérita universidad autónoma de puebla, México.

 

 

 

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