Pérez Esquivel manifestó su apoyo al Sáhara Occidental en el Foro Mundial de Derechos Humanos

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Buenos Aires, 21/03/2023 (VSOA/FP).- En el marco del III Foro Mundial de los Derechos Humanos, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel afirmó que siempre ha apoyado la causa del pueblo Saharaui, durante su intervención como panelista en el Conversatorio sobre Cultura de Paz, realizado este lunes 20 de marzo en el Museo Malvinas.

Mohamed Alí Alí Salem, representante del Frente Polisario en Argentina, tomó la palabra en el encuentro, que también tuvo como panelista a la defensora de DDHH Alicia Cabezudo.

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Durante su intervención, el diplomático denunció la sistemática violación a los Derechos Humanos y la expoliación de recursos ejecutada por el reino de Marruecos contra el pueblo saharaui,  sobre cuyo territorio mantiene una ocupación ilegal.

Alí Salem lamentó además que la organización del Foro vetara la participación del Sáhara Occidental en la programación oficial, para la cual se habían enviado dos propuestas.

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“De esta forma, se pretende invisibilizar la causa del Pueblo Saharaui y larga espera de un referéndum que debió hacerse hace 29 años, de la mano de Naciones Unidas, para definir su autodeterminación, prolongando la existencia de la última colonia en África”, dijo el representante saharaui, y afirmó: “pero estaremos presentes mediante la inmensa solidaridad del Pueblo Argentino y demás Pueblos Latinoamericanos y del Caribe denunciando al represor régimen marroquí que vulnera los derechos humanos de los saharauis a diario”.

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Reflexiones de una escritora argentina sobre la presencia de Marruecos en el Foro Mundial de Derechos Humanos 2023

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Córdoba, 18/03/2023 (VSOA).- Con el beneplácito de su autora, Voz del Sáhara Occidental en Argentina transcribe el texto que, a modo de reflexión, la destacada escritora cordobesa Kari Krenn ha publicado en su perfil de Facebook, con motivo de la presencia de defensores de la ocupación marroquí al Sáhara Occidental, en el marco del III Foro Mundial de Derechos Humanos que se realizará en Buenos Aires:

A pocos días de comenzar el Foro Mundial de Derechos Humanos, en Buenos Aires, Argentina (del 20 al 24 de marzo), se denuncia de manera pública, la pretensión de Marruecos, de manipular dicho evento.

Recordemos que Marruecos ocupa de manera ILEGAL, el territorio de la República Árabe Saharaui Democrática, en flagrante violación a todas las leyes internacionales y haciendo caso omiso, en desacato, a las más de 80 resoluciones de las Naciones Unidas, donde se los ha instado para culminar el proceso de descolonización del Sáhara Occidental.

Marruecos no solo ocupa el territorio Saharaui: también explota sus riquísimos recursos naturales.

Ha construido el “Muro de la Vergüenza”: una muralla de 2700 km de extensión atravesando al Sáhara Occidental; muralla que incluye la siembra de minas antipersonales, que han producido la muerte y mutilación de incontable número de personas, desde 1975.

Y lo peor: de todo lo grave que realiza Marruecos en contra del Sáhara Occidental, es que viola los DDHH de manera impune y sistemáticamente.

Pero claro. Todo esto realizado con el apoyo del silencio de los medios hegemónicos que miran para otro lado… y los dejan hacer…

Además, lógico, por aquellos que, con sus obligadas servidumbres, adhieren en sus prácticas discursivas, en la defensa de lo indefendible…

Al caso, por ejemplo, esta persona: Erika Botero Vargas, chilena, quien asistirá al Foro, para tratar el tema Marruecos…

Erika Botero Vargas, abogada de “Derechos Humanos sin Fronteras- DHSF” (de Chile, pero financiado por Marruecos), le pone voz con preocupación a los padecimientos de las mujeres afganas, haciendo un sesgado análisis sobre las sociedades islámicas.
Para ello toma como ejemplo de los DDHH, por el respeto, tolerancia, garantías y montones de atributos melosos más, a la sociedad marroquí; como sociedad abanderada en las antípodas del “odio, exclusión, violencia y discriminación”…

Leyendo los pareceres de Erika, me surge una catarata de interrogantes para hacerle:

1) En primer lugar: Erika… no entiendo la ubicación geográfica… Chile y Marruecos no me estarían quedando cerca… Cierto que la gente anda diciendo que el financiamiento a DHSF, proviene de Marruecos… el agua entonces se pondría clara, como manantial a pleno día…

2) Comprendo que la primera respuesta sería: “la asociación a la que pertenezco es ‘Sin fronteras’…”, a lo cual yo le diría: ¿Hace falta ir tan lejos, cuando en la zona de la Araucanía chilena, las naciones mapuches están siendo avasalladas y vulneradas de manera espantosa?. Digo… por una cuestión de coherencia. Y ya que hablamos de derechos humanos, así tan ligerito de cuerpo y a las apresuraditas, sería bueno comenzar por casa… ¿no?

3) Bueno… suponiendo que la mirada fuera tan larga e internacional, que no le permitiera ver la punta de la nariz y notificarse de los padecimientos de las comunidades mapuches de Malleco, y el incidente del día 8 de marzo, en la base policial y militar de Pailahueque… Interpretando y queriendo no pensar que quizás, Erika, tuviera el prejuicio de que las naciones mapuches son delincuentes (y todo ese relato creado a conveniencia…), me pregunto entonces: ¿Por qué usando esa vista tan larga, ella no lograría afilar la mirada y anoticiarse de los atropellos en sus derechos humanos, que está sufriendo Sultana Jaya, activista saharaui, por parte del régimen marroquí? Por sororidad entre mujeres y esas cosas…

4) Le cuento a Erika (la del activismo sesgado por vaya a saber qué variables…), que las violaciones a los derechos humanos de las mujeres en el Sáhara Occidental, son de una magnitud y una gravedad tal, que yo, mujer, siento un rechazo visceral a lo que el régimen marroquí les hace… (existe una publicación realizada por un equipo de Euskal Fondoa- Asociación de Entidades Locales Vascas Cooperantes), que podría echar luz y arrojar un poco de vergüenza, así al menos no se habla desde la complicidad y la ignominia…

5) De las 132 páginas del informe, en las páginas 78, 79 y 80, podrán encontrarse con el testimonio de Sultana… y no solo eso: también las fotografías (duras de mirar), donde con contundencia se ve el horror por ella padecido: desde costillas rotas por las patadas, pasando por la piel negra por las golpizas, dientes perdidos por las trompadas, violaciones y el espanto psicológico y emocional, entre otras barbaridades que esos marroquíes (a los que tú Erika Botero Vargas sindicas como respetuosos de los DDHH), le han infringido…

Ciertamente podría seguir todo el día preguntándote acerca de las notorias incongruencias del discurso…pero sería como tirarles perlas a los chanchos… si al fin todo se resume en una sola pregunta: Dime quién te paga… y te diré a quién defiendes…

Aunque poniendo un voto de confianza a la veracidad de la lucha en pos de los DDHH, quién sabe, si quizás me lee y ella viaja a mi país y dice por lo alto: “Yo como defensora de los DDHH en especial de las mujeres, denuncio lo que el régimen marroquí está haciéndole a Sultana Faya”.

¿Te atreverías? ¿Tienes la moral y los principios necesarios?

Dejó a continuación un video para que el mundo conozca a Sultana, su inmensidad, sus convicciones, su patriotismo, su entereza.

Ella es de las activistas EN SERIO, de las que accionan por PRINCIPIOS y asumen las consecuencias.

Ella no vendrá a hablar aquí a Argentina.

Para pan y circo… habrá otras.

https://www.cronicadigital.cl/2023/03/10/denuncian-a-marruecos-por-manipular-foro-mundial-de-derechos-humanos-para-justificar-ocupacion-del-sahara-occidental/

http://elsiete.cl/?p=4405

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Las mujeres saharauis cumplen 47 años de represión marroquí, resistencia y lucha

Suelma Beiruk, ministra de Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer

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Fuente y foto: Resumen Latinoamericano / El Salto Radio // Por Livia Drusila Castro

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La Mujeres Saharauis son centrales en la vida política del Sáhara Occidental, las mujeres pujan por conquistar la independencia económica en un contexto complejo, mientras sufren la brutalidad de la represión marroquí.

El 8 de marzo del 27 de febrero, pero de 1976, el Consejo Nacional Saharaui se reunió en Birh Lehlu y proclamó la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Pocos meses antes, en noviembre de 1975, se produjo la Marcha Verde y Marruecos sitió la zona, hasta entonces ocupada por España. Esta invasión obligó a muchos saharauis a huir de su tierra y se produjo un éxodo masivo. Hasta ese momento la mujer tradicional saharaui se ocupaba de actividades como la agricultura, el pastoreo, la confección de las carpas, etc. La ministra de Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer, Suelma Beiruk, afirma que incluso había mujeres que enseñaban en escuelas coránicas, cosa que no es muy común dentro del mundo árabe musulmán.

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La creación del Frente Polisario, el inicio de la guerra y el establecimiento de muchos saharauis en los campamentos de refugiados de la zona de Tinduf fue un punto de inflexión, los hombres se fueron a combatir y el papel de las mujeres en el Sáhara se convirtió en algo primordial y fundamental.

Durante los años de ocupación española, Beiruk asegura que no había ni una sola mujer con estudios universitarios. La situación ahora es totalmente diferente. Ellas fueron las que se encargaron de organizar los campamentos. “Hicieron con sus manos el adobe”, cuenta Suelma. Fueron las encargadas de construir la administración saharaui, las instituciones, las escuelas, los hospitales, etc.

Durante los años de ocupación española no había ni una sola mujer saharaui con estudios universitarios. La situación ahora es totalmente diferente. Ellas fueron las que se encargaron de organizar los campamentos

Los hombres tomaron las armas y se fueron a la guerra y las mujeres llevaron la parte política, social, económica y diplomática. “Desde los primeros días las mujeres llevaron la voz de las saharauis a cualquier rincón del mundo para reflejar la situación de nuestro pueblo”, esgrime la ministra. Se llevaron a cabo campañas de alfabetización y se crearon escuelas, todas mixtas.

“Ya no tenemos mujeres analfabetas”, presume Beiruk. En cifras, en la enseñanza hay un 87% de mujeres que son profesoras o maestras, en el ámbito de la salud hay casi un 90% de mujeres sanitarias, en el parlamento un 34%, en la dirección política un 29% y responsables de dairas, es decir, en los ayuntamientos, un 100%. Ellas han asumido toda la responsabilidad del día a día en las dairas.

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El centro de salud de El Aaiún está repleto de mujeres. Una de las enfermeras afirma que son aproximadamente 15 en total. La madre de la periodista saharaui Ebbaba Hameida también es enfermera, aunque ya jubilada. Ella vive en los campamentos, y, explica entre risas que cuando empezó a ejercer, siendo muy joven todavía, le tocó asistir a un parto de gemelos. Y para colmo, uno de ellos venía mal colocado, así que tuvo que introducir la mano para darle la vuelta y colocarle la cabeza.

Toda la familia materna de Ebbaba vive en El Aaiún. Ella, sin embargo, prefirió vivir en la diáspora, y, aunque echa de menos a su madre, sus hermanas y admira muchísimas cosas de ellas, se siente a gusto en España. “Vives con el corazón dividido, no quiero caer en el paternalismo porque cada vez que vengo aquí me dan muchas lecciones de dignidad, hay mucha admiración sobre cómo entienden la vida, porque allí vivimos en un mundo más materialista”. Además, la periodista también valora poder dedicarse a lo que le gusta: “Como mujer estoy mucho más cómoda en España que aquí, sin tener que taparme, allí siento más esa libertad y aprecio el privilegio de poder trabajar en lo que he estudiado”.

La costura y el comercio

Una melfa es la prenda tradicional que envuelve a las mujeres saharauis. Se constituye de una sola pieza y cubre desde la cabeza hasta los pies. Suelen ser de varios colores y algunos muy llamativos. Marian solía llevar una de color granate, muy similar al color de las alfombras que vestían el suelo de su casa. Ella reside en la wilaya de Bojador, concretamente en la daira 27 de febrero, muy cerca de la mezquita.

En su casa vive también su marido, sus dos hijas y su hijo, el más pequeño de la familia. A la entrada tienen una especie de patio donde ellas tienden la ropa, aunque a veces, con el viento, algunas prendas se caen en la arena. Utilizan también este espacio para rellenar los cubos de agua que emplean para asearse y cocinar. Tienen una manguera que está conectada a un depósito de plástico cubierto con unas alfombras en el exterior.

Marian se dedica a la costura, trabaja en un taller donde, junto con otras mujeres, elaboran melfas. Su casa apenas está a cinco minutos del trabajo, sin embargo, cada día se cubre las manos con unos guantes y se tapa toda la cara (menos los ojos) con un pañuelo para llegar hasta allí. La costura es otra de las principales actividades a las que se dedican las mujeres. Menos común es el comercio, aunque también se empieza a extender.

Las prendas que elaboran después se venden en los mercados de las diferentes wilayas. El Aaiún es conocido precisamente por esto, por sus tiendas, esta wilaya posee el mercado más grande de la zona. La mayoría de establecimientos venden ropa, productos de aseo o alfombras y tapices.

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Mujeres Sahara - 3

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Zhali es el encargado de una de estas tiendas. Trabaja desde las ocho de la mañana hasta las dos y media del mediodía, regresa a casa para comer y vuelve para trabajar desde las cuatro hasta las ocho de la tarde. En su tienda vende precisamente melfas. “El precio depende de la melfa, las hay para celebraciones que cuestan alrededor de 50 o 60 euros y más básicas, para estar en casa, que pueden costar unos diez euros”, cuenta el joven.

Sara vivía en California y hace unos años decidió recorrerse casi 10.000 kilómetros para fomentar el trabajo y el empoderamiento de las mujeres en los campamentos de refugiados saharauis. Junto a su marido creó Sahara partners, y ahora tienen una tienda de ropa de segunda mano en la que emplean a varias mujeres de diferentes edades y les brindan las herramientas necesarias para gestionar su propio negocio y poder emprender en un futuro.

Fatima Laziza vive en Bojador y está estudiando comercio con Sara. “Lo más importante de este trabajo es que ayuda a las mujeres a ser independientes económicamente y a no depender de nadie”, afirma Fatima. La mayoría de la ropa que venden es de niño.

La ropa está perfectamente ordenada y colocada por edades y cada prenda posee una etiqueta con el precio. “Es muy importante la organización de la mercancía, siempre intentamos tener todo organizado para que cuando venga una clienta esté cómoda y quiera volver a venir”, explica. Las chicas tienen también un registro donde ven el dinero que han ganado o han perdido ese mes.

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N. de R. de VSOA: MARRUECOS ENCARCELA, REPRIME, EXPULSA, OCUPA TIERRAS AJENAS Y TORTURA… PERO FUE SEDE DEL PRE-FORO MUNDIAL DE DERECHOS HUMANOS EN FEBRERO PASADO Y, AHORA, PRETENDE TENER UN ROL DE PESO EN EL FORO MUNDIAL DE DERECHOS HUMANOS 2023, DEL 20 AL 24 DE MARZO, EN BUENOS AIRES. ES HORA DE DESENMACARAR A ESTE RÉGIMEN DICTATORIAL CUYAS ÚNICAS HERRAMIENTAS VÁLIDAS SON LA CORRUPCIÓN, LA MANIPULACIÓN Y LA MENTIRA.

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El «Moroccogate» desnuda la corrupción marroquí: «Dinos cuánto te dan los argelinos, te damos el doble»

Pierre Galland, exsenador belga y exdirector de la ONG Oxfam-Bélgica

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Fuente: Actualidad Saharaui / Por Ryad Hamadi

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En su actuación en Europa, donde se le acusa de corrupción de parlamentarios, Marruecos nunca ha perdido de vista a Argelia.

A medida que avanza la investigación por el escándalo de corrupción de diputados al Parlamento Europeo, el papel de Qatar se minimiza cada vez más. Por otro lado, Marruecos es señalado cada día un poco más como iniciador de la red de influencia a través de sobornos dentro de las instituciones europeas.

“Detrás de Qatar, Marruecos”. Así se titula acertadamente la nueva investigación de Radio France Internationale (RFI) y el diario belga Le Soir sobre el escándalo que sacude al Parlamento Europeo desde el pasado mes de diciembre.

Si Qatar solo se preocupaba por cuidar su imagen en el aspecto vinculado a las condiciones laborales de los trabajadores extranjeros en las obras de construcción del Mundial de 2022, Marruecos apuntaba a mucho más, en particular a la política europea sobre el archivo y el comercio del Sáhara Occidental. Acuerdos, silenciar a Europa sobre el escándalo de Pegaso, desconocer las violaciones de derechos humanos en el reino… Al menos en este último punto, se comprende mejor por qué Marruecos ha perdido su condición de «niño mimado» de Europa hasta el punto de ser objeto de dos resoluciones desfavorables del Parlamento Europeo en unas pocas semanas, lo que nunca antes había sucedido.

Los pasados ​​enero y febrero, Marruecos fue condenado por sus ataques a la libertad de prensa y su implicación en el escándalo de corrupción.

Los que defendieron la causa del país del Magreb en los palcos de la institución de Estrasburgo están detenidos o investigados y los demás deberán pensárselo ahora dos veces antes de pronunciar una palabra a favor de Marruecos.

RFI y Le Soir repiten en su larga investigación lo que ya sabíamos sobre el escándalo, los principales protagonistas y el protagonismo de los servicios marroquíes. Sin embargo, con algunos elementos nuevos.

Según los dos medios, cinco servicios de inteligencia europeos alertaron a los servicios de seguridad belgas en 2021.

Corrupción en el Parlamento Europeo: al descubierto los procesos de Marruecos

La investigación iniciada saca a la luz a tres personajes principales, los eurodiputados italianos Andrea Cozzolino, Antonio Panzeri y el asistente parlamentario Francesco Giorgi, que «a menudo reciben órdenes» del embajador de Marruecos en Polonia, Abderrahim Atmoun.

Varios millones de euros han sido pagados por Qatar, y especialmente por Marruecos. Solo en el apartamento de Panzeri se recuperaron 600.000 euros en efectivo.

Las escuchas de su esposa e hija, así como las confesiones de Francesco Giorgi, han establecido formalmente la fuente del dinero: Marruecos, a través de su embajador Atmoun.

En ocasiones, los tres personajes entran en contacto con el Director General de la Inteligencia Extranjera de Marruecos (DGED). Un oficial de este cuerpo, Mohamed Belahrech, es uno de los principales instigadores de la red.

En un caso anterior en Francia, había sobornado a un agente de la PAF (policía de fronteras) para obtener las listas de personas del expediente S pero también, revela el periodista de Liberation que desató el escándalo en 2017, Pierre Alonso, información sobre los viajes de ministros argelinos a Francia. Lo que hace decir al periodista que estamos más cerca del espionaje que de la lucha contra el terrorismo.

En julio de 2021, Marruecos se vio salpicado por el escándalo Pegasus, llamado así por el software espía israelí utilizado por Marruecos para espiar miles de teléfonos en todo el mundo, incluido el del presidente francés Emmanuel Macron. Una vez más, entendemos cómo se salió con la suya.

En enero de 2022, Andréa Cozzolino fue nombrada miembro de la comisión de investigación del escándalo del Parlamento Europeo. Una cita que parece sospechosa para la policía belga, dado que el diputado italiano era sospechoso de estar a sueldo de Marruecos.

Por supuesto, la principal preocupación de los marroquíes es el Sáhara Occidental. Su objetivo es que no hablemos de eso. Pierre Galand, exsenador belga y exdirector de la ONG Oxfam-Bélgica, cuenta cómo un “periodista” marroquí intentó sobornarlo: “Dinos cuánto te dan los argelinos y te pagamos el doble. “Le dije que se largara de ahí inmediatamente”, testifica el exparlamentario.

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Denuncian a Marruecos por pretender manipular el Foro Mundial de Derechos Humanos para justificar ocupación del Sáhara Occidental

El 17 y 18 de febrero se realizó en Rabat, Marruecos, un Pre–Foro, en el marco del III Foro Mundial de Derechos Humanos, que tendrá lugar en Buenos Aires del 20 al 24 de marzo del 2023. Al respecto, consideramos necesario reproducir el siguiente pronunciamiento:

Entendemos que los Foros y PreForos de Derechos Humanos son espacios para que las organizaciones de la sociedad civil, entre ellas las asociaciones y los comités de amistad y solidaridad con el pueblo saharaui, expongamos nuestras causas y tejamos alianzas para la promoción y defensa de los derechos humanos, a nivel regional y global.

Denunciamos:

Que el Reino de Marruecos mantiene una invasión al territorio de la República Árabe Saharaui Democrática, RASD, desde 1975, en abierta violación a la legalidad internacional expresada en la Carta de las Naciones Unidas y el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

Que este régimen monárquico, feudal y autoritario ha mantenido una política de graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos del pueblo saharaui denunciada en el seno del Consejo de Seguridad, la Asamblea General y su Cuarta Comisión, el Comité Especial de Descolonización y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, así como en los órganos de la Unión Africana y la Unión Europea, y que aún hoy se encuentra resistiendo la usurpación en los territorios que le han sido despojados.

Que bajo la misma condición de invasor, el Reino de Marruecos mantiene una expoliación cotidiana de los recursos naturales del Sáhara Occidental en beneficio propio, sin el consentimiento del pueblo saharaui, despojándolo de los medios para sostener una vida en dignidad.

Que el Reino de Marruecos mantiene un abierto desacato a alrededor de 80 resoluciones de las Naciones Unidas, la Unión Africana y la Unión Europea, instancias internacionales donde se ha exigido que se culmine el proceso de descolonización del Sáhara Occidental, última colonia en África, y que se permita al pueblo saharaui decidir sobre su independencia y autodeterminación, con la celebración de un referéndum que debió realizarse en 1992, cuya ejecución ha sido obstruida y boicoteada constantemente por el régimen feudal marroquí.

Que el Reino de Marruecos ha construido lo que se conoce como el “Muro de la Vergüenza”, una muralla de más de 2.700 km que atraviesa el Sáhara Occidental, impidiendo al pueblo saharaui la recuperación de sus territorios, así como dividiendo a sus familias durante décadas.

Que en el “Muro de la Vergüenza” se encuentran sembradas más de ocho millones de minas antipersonas a lo largo de toda su extensión, infraestructura militar que viola los tratados internacionales de derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario, pues más de dos mil quinientas personas han resultado heridas, mutiladas o asesinadas desde 1975.

Que en la actualidad el Reino de Marruecos mantiene una irracional ofensiva militar contra el Frente POLISARIO, movimiento de liberación nacional que lucha por la autodeterminación e independencia del Sáhara Occidental, de la que pocos medios de comunicación analizan y divulgan, debido al silencio impuesto por la monarquía feudal marroquí, empleando para ello los recursos naturales expoliados al pueblo saharaui.

Que la guerra de la monarquía feudal marroquí contra el Sáhara Occidental, no sólo se disputa en el ámbito militar, sino en el económico, el político, el social y el simbólico, impidiendo que el pueblo saharaui acceda al trabajo, la salud y la educación, proscribiendo sus usos y costumbres e implantando colonos en los Territorios Ocupados en el Sáhara Occidental.

Que la actitud del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH) al organizar un PreForo en un país que nunca ha respetado los derechos humanos, no sólo en el Sáhara Occidental ocupado ilegalmente por esta monarquía feudal, sino en el mismo Reino de Marruecos, no sólo es una aberración y desacierto político internacional, sino que se convierte en una desafiante tentativa para blanquear la imagen de esta monarquía feudal y su responsabilidad internacional por las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos.

Que la República Argentina que ostenta membresía en el Consejo de Derechos Humanos y que otorga una significativa importancia y prioridad a las labores del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas, no puede ni debe, en ningún caso, promover y/o aceptar la celebración de eventos de promoción y defensa de derechos humanos en países que los vulneran sistemáticamente como es el caso del régimen marroquí.

Plataforma Latinoamericana Y Caribeña De Solidaridad Con El Pueblo Saharaui (Placso)

Antonio Velázquez Abdallahy – Amigos por un Sáhara Libre, México

Esteban Silva Cuadra – Asociación Chilena de Amistad con la RASD, Chile

Katheryne Aldana Villalobos – Asociación Colombiana de Amistad con el Pueblo Saharaui, Colombia

María José Maninha – Associação de Solidariedade e pela Autodeterminação do Povo Saaraui (ASAARAUI), Brasil

Susana Peñafiel Acosta – Asociación Ecuatoriana de Amistad con el Pueblo Saharaui (AEAPS), Ecuador

Erick Romero – Asociación Hondureña de Amistad con la RASD, Honduras

Magdalena Enríquez Beitler – Asociación Nicaragüense de Solidaridad y Amistad con el Pueblo Saharaui (ANSAPS), Nicaragua

Gloria Esther Castillo – Asociación Panameña de Solidaridad con la Causa Saharaui (APASOCASA), Panamá

Ricardo Fuentes Gómez – Asociación Mexicana de Amistad con la RASD, México

Emiliano Gómez López – Asociación Uruguaya de Amistad con la República Saharaui, Uruguay

Marisol Formoso – Asociación Venezolana de Solidaridad con el Sáhara (ASOVESSA), Venezuela

Nora Podesta – Comité de Amistad con el Pueblo Saharaui, Argentina

Néstor A. Suleiman – Comité de Cooperación Latinoamericano Saharaui, Argentina

José Manuel Félix – Comité Dominicano de Amistad con el Pueblo Saharaui, República Dominicana

Lirio Reyes De Lorza – Fundación Sáhara Libre, Venezuela

Aida García Naranjo M. – Grupo Impulsor de la Asociación Peruana de Amistad con la RASD, Perú

Ximena Flores Castro – Red Ciudadana Bolivia con el Sáhara, Bolivia

Adhesiones de Organizaciones:

Simplicio del Rosario García – Asociación Canaria de Juristas por la Paz y los Derechos Humanos (JUPADEHU), España

Mariano Vázquez – Asociación Federico García Lorca, Argentina

Ma. Inés Miranda Navarro – Asociación Internacional de Juristas por el Sáhara Occidental (IAJUWS), España

Pablo A. de la Vega M. – Asociación Internacional de Juristas por el Sáhara Occidental (IAJUWS), Ecuador

Rosa Salazar – Asociación Nela Martínez (Federación Democrática Internacional de Mujeres, FDIM Ecuador), Ecuador

Efrén Mantilla – Canal Digital Hechos Ecuador, Ecuador

Norberto Consani (Director) y Luz Marina Mateo (Secretaria académica), Cátedra Libre de Estudios sobre el Sáhara Occidental -única en el mundo-, Instituto de Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

Yolanda Soruco – Casa de la Amistad Revolucionaria BoliviaVenezuela, Venezuela

Penélope Alsina – Cátedra Libre de la Mujer María León Gibory de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, Venezuela

Ramón López – Central Clasista de Trabajadores de Chile, Chile

Fito Aguirre – Central de Trabajadores de la Argentina, CTAAutónoma, Argentina

Ricardo Klapp – Centro Cultural de Derechos Humanos Salvador Allende, Chile

Norberto Ganci, Director de «El Club de la Pluma», proyecto comunicacional de integración. Córdoba, Argentina.

Tania Zabala Penafiel – Centro de Documentación en Derechos Humanos “Segundo Montes Mozo S.J.” (CSMM), Ecuador

Javier Omar Andrigo – Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana – SSM UC – Argentina

Horacio Nobúa – Centro de Estudios y Pensamiento Comunitario, Óscar Goyena, Argentina

Rey Castillo – Círculo de Profesionales Demóstenes Rodríguez (CPDR), Panamá

Vladimir Andocilla R. – Colectivo de Derechos Humanos Kintyñan, Ecuador

Adriana López – Colectivo Espisahara, España

Manuel Mercedes Medina – Comisión Nacional de Derechos Humanos – República Dominicana

Billy Navarrete – Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), Ecuador

José Quinteros – Comité Salvador Allende, Venezuela

Mesías Tatamuez Moreno – Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas Unitarias de Trabajadores (CEDOCUT), Ecuador

Edwin Bedoya – CEDOCUT Pichincha, Ecuador

Julio Fuentes – Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales, Argentina

Yumac Ortiz – Coordinadora por la Paz, la Soberanía, la Integración y la No Injerencia (CPAZ), Ecuador

Federico Andrés Lopardo – Corriente Nuestra Patria, Argentina

Diana Esperanza Gambelli, Dabeekah Danza y Tuiza Danza Saharaui, Argentina

Isabel Bandrés Gallego – Federación Andaluza de Asociaciones Solidarias con el Sáhara, España

Nery Padilla – Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), Ecuador

Stella Maris Tati Vuillermet – Foro de Géneros, Argentina

Rosalinda Chanagá – Foro Itinerante, Venezuela

Nelson Erazo – Frente Popular, Ecuador

Confederación Unitaria de Comerciantes Minoristas y Trabajadores Autónomos del Ecuador (CUCOMITAE)

Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador (FESE)

Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE)

Federación Única de Afiliados al Seguro Social Campesino (FEUNASSC)

Juventud Revolucionaria del Ecuador (JRE)

Mujeres por el Cambio

Unión General de Trabajadores del Ecuador (UGTE)

Unión Nacional de Educadores del Ecuador (UNE)

Diana Fernández Romero – Frontera Cero, España

Claudia Iriarte R. – Fundación Constituyente XXI, Chile

Virginia King – Fundación Latinoamericana por la Defensa de los Derechos Humanos y el Desarrollo Social, FUNDALATIN, Capítulo Argentina

Pablo Sepúlveda Allende – Fundación Latinoamericana Dr. Salvador Allende, Chile

Hugo Sergio Loschacoff – Grupo Por Soberanía (GPS) – Línea Fundadora, Argentina

Iris Avellaneda – Liga Argentina por los Derechos Humanos, Argentina

Luis Enrique Gavazut – Movimiento de Batalla Social Punta de Lanza, Venezuela

Milagros Sefair – Movimiento Internacional de Escritoras y Escritores por la Libertad, MIEL, Argentina

Paola Gallo y Andrea Vlahusik – Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad (MOPASSOL), Argentina

Clara Merino – Movimiento Nacional de Mujeres Luna Creciente, Ecuador

Florangel Valdez – Mujeres por la Verdad y la Justicia (MUVERJUST), Venezuela

Iván Prado – Pallasos en Rebeldía, España

Conrado Cuevas – Partido Comunista de Panamá

Irina Santesteban – Partido de la Liberación (PL) de Argentina

Fabián Saldavia – Partido Igualar, Argentina

Darío Iza – Pueblo Kitu Kara, ECUARUNARI (Filial CONAIE), Ecuador

Carlos Aznárez – Resumen Latinoamericano, Argentina

Mulay Ahmed – Sahrawi Association in the USA (SAUSA), Estados Unidos

Manuel Soli – Solidaridad Internacional, España

Fernanda Pereyra – Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), Argentina

Edwin Sánchez – Universidad de la Tierra, Ecuador

Patricio Guzmán – Werken Rojo, Chile

Adhesiones Individuales:

Adriana Bruno, periodista, Argentina

Alicia Bustamante, artista, Argentina

Annabell Guerrero Pita, abogada, Ecuador

Atilio Borón, politólogo y escritor, Argentina

Fernando Cabascango Collaguazo, asambleísta por la Provincia de Pichincha, Ecuador

Fernando Cebamanos Md., Panamá

Gustavo Daniel Pescetta, Programa “S.O.S Señal de Radio”, Radio Futura 90.5, La Plata, Argentina

Javier Surasky, profesor de Derecho Internacional Público, Argentina

Alicia Albino, activista en derechos humanos, Argentina.

José Leonar Botero Martínez, académico, Colombia

Juan Contreras, Radio Al Son del 23 y Ex Diputado del PSUV, Venezuela

Juan Ramón Guzmán, poeta, editor y articulista político, Venezuela

Karina Silvana Krenn, escritora, Argentina

Ketty Erazo, activista y defensora de derechos humanos, Ecuador

Luis Ávila Linzán, abogado, Ecuador

Luz Marina Mateo, abogada, internacionalista y docente universitaria, Argentina

María Alejandra Korstanje, profesora de la Universidad Nacional de Tucumán e investigadora del CONICET, Argentina

María Florencia Ronco, contadora pública nacional, Argentina

María Torrellas, documentalista, Argentina

Mariadela Villanueva, socióloga y comunicadora, Venezuela

Mariano Ali, periodista y antropólogo, Argentina

Maribel Lacave, escritora, Argentina

Mariel Luján Fernández, abogada, La Plata, Argentina

Mireya Pazmiño Arregui, asambleísta por la Provincia de Bolívar, Ecuador

Miriam Catan, obrera, Argentina

Natalia Köhler, trabajadora autónoma y estudiante universitaria, Argentina

Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo L.F., Argentina

Norman Briski, actor y dramaturgo, Argentina

Piedad Córdoba Ruiz, senadora, Colombia

Rosana Palacios Barriga, educadora y dirigente sindical, Ecuador

Sebastián Salgado, periodista, Argentina

Stella Calloni, periodista y escritora, Argentina

Teresa Perri Pelle, poeta, Argentina

Verónica Raffaelli, fotoperiodista y docente universitaria, Argentina

Santiago, 10 de marzo 2023.

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Arena en los ojos

Campo de refugiados de Esmara, en Tinduf, Argelia // Rogério Ferrari

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Fuente y fotos: La Diaria / por Ana Fornaro

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Difícil de encontrar en los titulares, la causa de la soberanía de los saharauis -primero colonizados por España, luego asediados desde Marruecos- ha atravesado seis décadas de ocupación, exilio, cárcel y torturas. En 2008, Ana Fornaro recorrió el Sahara Occidental junto al fotógrafo Rogério Ferrari y recogió testimonios de miembros del movimiento independentista. Trece años después volvió a contactarlos: la lucha continúa.

Es normal

Autos sin placas que nos siguen. Policías de civil frente a nuestros parajes. Que nos paren fuerzas de seguridad en la mitad de la calle, que pregunten dónde vamos, qué estamos haciendo. Que sólo podamos entrevistar a militantes en sus casas después de las doce de la noche, cuando el control cesa un poco. Que tengamos que guardarnos las notas —yo— y los rollos de fotos —Rogério— debajo de nuestra ropa para volver al hotel. Que demos vueltas en círculos para despistar a la Policía. Que vivamos una persecución en un mercado como una película de espías, entrando y saliendo de tiendas intentando no mirar atrás. No poder dormir una noche porque desde la habitación de al lado nos golpean la pared. ¿Quién golpea la pared?

Viajar en auto escondidos hasta llegar a un pueblo donde vive otro de los entrevistados. Funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instalados como reyes en zonas de conflicto miran con sus lentes Rayban desde las camionetas sin hacer nada. Testimonios de torturas, años de desaparición, familias separadas, violaciones en las cárceles, segregación, desprecio cultural y resistencia. Que mejor no avisar a Reporteros Sin Fronteras porque nos van a denunciar con el gobierno de Marruecos.

Es normal. Eso nos responde Naama. Cuando dice “normal”, unas diez veces al día, Naama Asfri sonríe. De alguna manera, su sonrisa me tranquiliza. A Rogério no. Rogério está preocupado. Yo le digo: “Dice Naama que es normal”. Rogério me responde que no es normal estar tan expuestos.

Naama es nuestro primer contacto saharaui en Marruecos, un militante joven y fervoroso del Frente Polisario que nos irá guiando a lo largo del viaje. Naama habla hassanía —la variante del árabe magrebí que hablan los saharauis— y francés. Yo hablo con Naama en francés, Rogério entiende pero me habla en portuñol y me pide que le traduzca, Naama a su vez traduce lo que decimos a su gente en hassanía. La comunicación es por etapas, pero funciona.

Para Naama la independencia del Sahara Occidental del yugo marroquí es la razón de su vida. Pero no siempre fue así. Su padre es un exdetenido desaparecido y él, si bien vivió bajo la sombra del terrorismo de Estado, empezó su activismo hace un par de años, cuando volvió de Francia, donde estudió Derecho. Tiene esposa, tiene padres, a quien conoceremos en nuestra primera noche en Tan-Tan, una ciudad al sur de Marruecos.

Llegamos allí desde Agadir por tierra, viajamos en ómnibus durante medio día. Agadir es una ciudad balnearia conocida por el turismo sexual europeo. Nuestra llegada allí fue táctica: necesitábamos disimular los primeros días y desde allí ir bajando a la región del Sahara Occidental. El disimulo consistía en decir en los check-points que Rogério era antropólogo (lo es, además de fotógrafo) y que yo era maestra (no lo soy), que estábamos casados (no lo estábamos ni lo estamos) y de luna de miel. Lo que no podíamos decir era que estábamos allí para hacer un reportaje sobre los saharauis que viven en una zona ocupada bajo un estado policial. Yo viajaba con mi pasaporte italiano y tengo pinta de alemana y Rogério viajaba con su pasaporte brasileño, aunque podría ser magrebí perfectamente. Nuestra ficción absurda y voluntad de pasar desapercibidos no funcionaron para nada: llamábamos mucho la atención, y eso fue lo primero que nos dijo Naama cuando nos buscó en Tan-Tan para llevarnos a la casa de su familia. Se rio con nuestro cuento:

—La Policía sabe que están acá. A mí me tienen vigilado, así que ahora a ustedes también. Hay que andar con cuidado.

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Campo de refugiados de Esmara, en Tinduf, Argelia // Rogério Ferrari

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Naama no andaba con mucho cuidado. Tiene un anillo con la bandera del Sahara Occidental, y cada vez que podía se lo restregaba a la policía. Se amparaba en la ley diciendo que no lo podían detener por llevar un símbolo.

Esa primera noche, en la casa de sus padres, cenamos muy tarde y nos quedamos conversando en la terraza mientras mirábamos un partido de fútbol. Llegamos en pleno ramadán, el mes islámico de ayuno y oración, y hasta la caída del sol nadie comía, ni vendía comida, ni nada. Estábamos muertos de hambre y la cena fue un festín de panes, aceite de oliva, huevos duros y pescado frito. Rogério es un bahiano atípico al que no le gusta el pescado, entonces me pasaba su comida con disimulo para no despreciar la invitación. Yo me la fui comiendo hasta que no pude más.

Dormimos en una pieza en el piso, sobre unas alfombras junto a Naama y algunos familiares que nos sonreían sin hablar. Al día siguiente entraríamos, finalmente, en territorio del Sahara Occidental.

La lucha

Una manera de contar sobre el Sahara Occidental, una región de 270.000 kilómetros cuadrados que limita con Marruecos (norte), Argelia (nordeste) y Mauritania (sur), es a partir de los procesos de colonización y descolonización europeos en África. Otra manera es a partir de su pueblo: trashumantes de origen bereber, quienes funcionaban mediante un sistema de castas. Durante varios siglos, España, su colonizadora, los dejó bastante a su aire; incluso, a partir del siglo XIX las cuatro confederaciones saharauis, integradas por decenas de tribus, tuvieron control de sus medios de producción y de comercio. Pero todo se complicó cuando en la zona de El Aaiún (la ciudad más importante de la región) descubrieron yacimientos de fosfato en la década de 1960 y la perspectiva de encontrar petróleo volvió ambiciosas a las potencias. La ONU instó a España a dar información sobre el territorio y poner fin a la colonia. España no obedeció, y en ese tiempo el pueblo saharaui se organizó políticamente bajo el partido Frente Polisario y proclamó la República Árabe Democrática Saharaui (RASD), hoy reconocida por 85 países. En 1975, aprovechando la decadencia de la dictadura franquista, Marruecos emprendió la ocupación, conocida como Marcha Verde, y, a fuerza de napalm y bombardeos a civiles, avanzó sobre el territorio de la entonces llamada Provincia 53 española. España terminó negociando el territorio con Marruecos, Estados Unidos y el beneplácito de Francia, dejando trunco el proceso de descolonización.

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Rogério y Ana durante el viaje de Tan-Tan a Esmara // Foto: Naama Asfri

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La organización del movimiento de liberación nacional trajo aparejada una revolución cultural. Se dejaron atrás la organización tribal y las castas. Se abolió la esclavitud, se alfabetizó al pueblo y se luchó contra la sujeción patriarcal. El rol de las mujeres cambió mucho. Dejaron de obedecer las leyes islámicas que las sometían al matrimonio a partir de los 14 años, y además cumplieron un papel clave en la organización de los campos de los refugiados. También se unieron a las protestas en las calles de las ciudades ocupadas. Formaron células clandestinas revolucionarias, conocieron la cárcel, la tortura y la desaparición. En 1974 se creó la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, que celebró su primer congreso un año después.

El primer conflicto armado entre Marruecos y el ejército saharaui duró desde 1975 hasta 1991. El Frente Polisario acordó un alto el fuego porque la ONU prometió un referéndum para que el pueblo saharaui decidiera sobre su autonomía. Ese referéndum nunca se celebró. Los marroquíes, junto con Francia —su excolonizador y hoy protector— y otras potencias mundiales, hicieron que la balanza de la geopolítica siempre estuviera a favor de Rabat. Desde 1980, el “muro de la vergüenza” separa los territorios ocupados de la “zona liberada”, sede de la RASD y donde está instalado el ejército saharaui. Este muro de hasta cuatro metros de altura, construido por Marruecos y financiado por Francia, Estados Unidos y Arabia Saudita, se extiende a lo largo de 2.700 kilómetros y está cercado por siete millones de minas: es la zona minada más grande del mundo.

Se estima que en total hay un millón de saharauis. Pero los censos son difíciles, porque desde la mitad del siglo XX viven en diáspora. Están quienes, como Naama, viven en Marruecos, quienes migraron a España, quienes malviven en los territorios ocupados y quienes armaron comunidad en los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia, su gran aliado. Allí ya nacieron y crecieron dos generaciones a la espera de algún día poder volver o conocer un país propio. Para ellos, ir a los territorios ocupados tampoco tiene sentido: allí se vive bajo un régimen militar, como ciudadanos de quinta categoría, sin acceso a trabajos, en cinturones de pobreza. Cada tanto se rebelan en las calles en manifestaciones pequeñas, sistemáticamente reprimidas por la Policía. Las marcas de los golpes quedan en el cuerpo y en fotografías que comparten en las redes sociales y correos con otros militantes del Frente Polisario, con compañeros de otros países, con relatores de derechos humanos, con documentalistas europeos, con periodistas uruguayas, con fotógrafos brasileños.

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Fuente: producción propia

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De esa forma, con gestos cotidianos y a la espera de una resolución diplomática, resistieron durante dos décadas. Hasta 2020, el año que lo cambió todo.

Brumas

Para ser honesta, hasta semanas antes de llegar yo no sabía muy bien qué era el Sahara Occidental. Me sonaba lo de la lucha independentista, pero me parecía que era algo de hacía tiempo y allá lejos. Como la guerra de Argelia, el Mayo del 68, los últimos vestigios de descolonización: algo que había estudiado en el liceo y después en la facultad.

En esa época Rogério me tomaba el pelo con la academia. “Ay, madame Foucault”, me decía. O “Vive la deconstrucción”, me escribía, en unos mails siempre misteriosos. Rogério escribe en una lengua inventada, como si fuera una bruma. A veces es tan poético que no le entiendo nada. Pero siempre nos captamos. En los tiempos en que me chicaneaba con Foucault y Derrida yo estaba viviendo en Francia, terminando una maestría en literatura comparada con un tutor especialista en teoría decolonial. Tuve varios seminarios sobre poscolonialismo, literatura fronteriza, exotismo y representación del otro en la literatura europea. Pero en ninguno de ellos había escuchado ni leído sobre el Sahara Occidental. No es casual: en el mapa mundial es una colonia olvidada, y en el mapa francés, un tema a evitar. Entonces, cuando mi amigo me escribió desde Brasil para decirme “estoy yendo a documentar la resistencia saharaui, ¿querés venir?”, yo googleé “sahara occidental, saharaui” y a los cinco minutos le respondí el mail diciéndole “sí, vamos”.

Primero tenía que defender mi tesis: estaba pautada para principios de setiembre. Había otro detalle: tenía pasaje de vuelta a Uruguay a fines de octubre. Estaba a punto de terminar una estadía de tres años afuera y emprender el gran retorno a mi patria y todavía no había preparado la defensa ni desmontado mi casa, ni me había despedido de mis amigos, ni pensado en los múltiples sentidos que tenía el cierre de esa etapa. Pero me pareció que viajar con Rogério para recoger testimonios de la lucha saharaui por su independencia de Marruecos en medio de uno de los conflictos más invisibilizados del mundo, en el que se persigue y encarcela a periodistas, defensores de los derechos humanos y, por supuesto, militantes políticos, era una buena idea.

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Territorio liberado de Tifariti, Sahara Occidental // Foto: Rogério Ferrari

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Mejor dicho, una gran idea. Era 2008, recién había cumplido 25 años y llevaba siete en la universidad diciendo que quería ser periodista.

Rogério es Rogério Ferrari, un fotógrafo y antropólogo brasileño, quien de jovencito era tan comunista que lo becaron para formarse como cuadro político en la República Democrática Alemana. Iba a quedarse un año, pero justo cayó el muro. Años después se fue a Chiapas, donde vivió dos años con los zapatistas. Después de cruzar América Latina en moto, a lo Che Guevara, volvió a instalarse en Brasil y militó una década con el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra. Como fotógrafo, una lucha lo llevó a otra. Retrató la resistencia palestina, la del pueblo kurdo, la de los saharauis, la de los gitanos en Brasil y, hasta hace muy poco, la del pueblo guaraní en la Triple Frontera. Ha dedicado prácticamente toda su vida a documentar la resistencia de pueblos sin nación. Todos los viajes los hizo de forma autogestionada. Cuando nos conocimos, en un Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre, él estaba presentando su libro sobre Palestina. Yo me había escapado del tercer taller del día sobre salud sexual y reproductiva —había viajado con una organización feminista, donde militaba— y todo ese foro me parecía una Disneylandia de los buenos, y estaba desencantada y quería volverme a casa. Tenía 21 años.

Mientras me perdía en ese mar de medio millón de personas, me metí en un stand de Palestina y quedé prendada a unas fotos en blanco y negro. Me quedé mirando a esas personas de papel. Ojos intensos, pañuelos, movimiento. Expresiones desgarradas y sonrisas luminosas. Niños con piedras en las manos. Nunca había visto fotos como esas.

—¿Te gustan? —alguien me preguntó en portugués.

—¿Qué? —respondí en español.

Y así nos conocimos con Rogério.

El desierto

Al día siguiente del pescado frito en la terraza y el partido de fútbol, atravesamos el desierto con Naama. Su misión era llevarnos con Sukaina Galtate Zamuer, una militante exdetenida desaparecida, emblema de la lucha y la resistencia saharauis. Viajamos desde Tan-Tan hasta Esmara, ciudad ocupada al noreste del Sahara Occidental. Apenas salimos de Tan-Tan nos paró la policía. Nos dejaron pasar, pero nos siguieron durante todo el trayecto.

No sé describir el desierto. Sólo puedo nombrar el silencio. Una quietud parecida a una calle vacía después de una nevada. En Uruguay no existen la nieve ni el desierto. Aunque sí el viento. En el desierto también hay viento. Un viento caliente que levanta arena para tirarla a los ojos. Durante las horas que viajamos en el auto con Naama paramos varias veces para estirar las piernas, mirar camellos y tratar de entorpecer la vigilancia policial. También nos sacamos fotos.

Naama y Ana con camellos.

Rogério y Naama con camellos.

Ana, Rogério y los camellos.

En una de esas paradas, llamó mi madre.

Rogério y yo teníamos un celular con un chip marroquí. Ese número se lo habíamos pasado a nuestras familias y amigos en Francia, Uruguay y Brasil para que nos fueran monitoreando. Habíamos avisado a las embajadas de Brasil y de Italia por si pasaba algo. “Algo” podía ser cualquier cosa. Entonces mi madre nos llamaba casi todos los días, mientras desde Montevideo googleaba las coordenadas que le dábamos.

—Ana, ¿dónde están?

—En el desierto.

—Qué divino.

—Estamos por llegar a Esmara.

—Te llamo mañana.

Sukaina

Llegamos a Esmara entrada la tarde. Sukaina nos esperaba en su casa con su familia: hijas, yernos, sus nietas adolescentes. Viven todos juntos en esa casa de adobe y estaban preparando un festín para recibirnos. Nos saludamos en silencio y mediante gestos, porque allí sólo hablan hassanía. Fecu, un militante que todavía guarda la lengua de los colonizadores, hizo de intérprete los tres días de nuestra estadía y se preocupó de no dejarnos solos en ningún momento. La casa, como muchas de las casas de saharauis, no tiene casi muebles. Tampoco hay agua corriente. Son habitaciones cubiertas de alfombras y almohadones en el piso. En el piso hicimos todo: comimos, conversamos, dormimos. Hay una ventana que da a la calle de tierra. Del otro lado de la calle, un auto policial estacionado. Ese coche vigila las 24 horas la casa de Sukaina. Registran sus movimientos y los de su familia. Pero Sukaina, desde que fue liberada de prisión, en 1991, casi no sale de su casa. Recibe y contiene a militantes jóvenes. Nació en 1957, pero parece mayor. Guarda silencio y mira a los ojos cuando habla. Dos días después de nuestra llegada, empezó a contarnos su historia. “La memoria son piedras y heridas abiertas”, dice Sukaina. También dice que no sabe por dónde empezar.

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Territorio liberado de Tifariti, Sahara Occidental // Foto: Rogério Ferrari

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—Provengo de una familia nómade. Así crecí, con cuatro hermanas y cinco hermanos. A los 14 años me casé y me fui con mi marido a fundar mi propia familia. Era la época de la colonización española y nos instalamos en las afueras de Esmara. En esos tiempos, era una ciudad muy pequeña, casi un pueblo, y nosotros vivíamos sin tener casi contacto con la cultura española. Mi padre siempre rechazó la cultura española. Aunque no tenía una conciencia política, siempre consideró a España un invasor. Los años en Esmara fueron tranquilos, sin violencia. En 1973 nos trasladamos con mi marido a El Aaiún. La conciencia política comienza a tocar a todo el pueblo a partir de la primera desaparición, en 1970, de Mohamed Basiri, precursor de la lucha independista. De 1973 a 1975, los marroquíes, los españoles y los mauritanos comienzan la persecución al Frente Polisario. La invasión marroquí era casi inimaginable. Ahí comenzó la época del terror.

Cuando le preguntamos a Sukaina por qué no se exilió, como varios de sus compañeros, nos explica que el Frente Polisario no tenía los medios para sacarlos a todos. Las mujeres se quedaron solas cuando sus maridos fueron a combatir. La época de las desapariciones sistemáticas comenzó en 1976. Las autoridades marroquíes arrasaban con todos los campamentos nómades. En enero de 1976 se habían llevado a todos los hombres mayores de 12 años. Se los llevaron en camiones. Quemaron las carpas y las pertenencias. A algunos los confinaban de a 20 familias por casa. Desde antes de mudarse a El Aaiún, Sukaina estaba en contacto con los militantes.

—Cuando me arrestaron tenía 23 años y vivía con mi marido y mis cuatro hijos. Fue el 15 de enero de 1981. Me arrestaron a la una de la mañana en mi casa. Durante ese mes arrestaron a 70 personas. Tenía una bebé de cinco meses y mi hijo mayor tenía seis años. Cuando me llevaron ni siquiera dejaron que me vistiera, me pusieron una venda en los ojos. Mi bebé falleció cinco meses después. Luego del secuestro, me llevaron al cuartel de Pisisimi, ahí estuve un mes con 72 personas. Luego me trasladaron en un avión militar a Casablanca. En Casablanca estuve con los ojos vendados durante un mes y sin cambiarme de ropa. Me tenían aislada, sin ningún contacto con los otros detenidos. Los interrogatorios se realizaban bajo tortura. Me golpeaban todos los días. Estuve siete meses en Casablanca. En esos meses compartí la celda con diez mujeres más. Luego de esa época empecé a tener hemorragias internas. Tenía problemas con la leche que todavía tenía en mis pechos y no tenía nada para taparme. Pasé casi dos meses en el hospital, porque estaba grave. En julio de 1981 me sacaron de Casablanca y me llevaron a una prisión secreta, donde pasé 11 años. Ahí presencié el horror, vi cuando una de mis compañeras era azotada mientras daba a la luz a su hijo. La manera de sobrevivir la ausencia de tiempo era contando los días. Pero nunca perdí la esperanza.

En la prisión clandestina, el grupo de los primeros militantes de 1976 se encontró con los de 1982. Ahí conoció al padre de Naama. En 1989, tras el primer acercamiento entre el Frente Polisario y el gobierno marroquí, comenzaron a mejorar un poco las condiciones carcelarias. En 1991 se declaró un alto el fuego y se instalaron en la región los cascos azules de la ONU. Esos mismos que vemos acomodados en sus camionetas, frente a hoteles de varias estrellas, en las esquinas de Esmara y El Aaiún.

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Campo de refugiados de Esmara, en Tinduf, Argelia // Rogério Ferrari

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—El día que me liberaron, en 1991, éramos 37 mujeres. Muchos de mis compañeros habían muerto y otros fueron arrestados otra vez en Esmara. Cuando salí de la cárcel me enteré de que no estaba más casada. El gobierno marroquí había exigido a muchos de nuestros maridos que se divorciaran. Eso fue de lo más duro que tuve que vivir. Me encontré sin marido y sin hijos: ellos vivían con mi marido. Todo había cambiado. Hoy me sigue asediando la Policía. Pero para seguir un largo camino no podemos detenernos en los obstáculos. Es mi fe la que me da fuerza. Los saharauis somos fuertes, determinados y valientes. Ni la pobreza ni las necesidades deben hacernos cambiar el camino. Y las mujeres saharauis siempre hemos ocupado un rol central en esta lucha.

Ser libres sin dignidad no tiene sentido. Eso también dice Sukaina sobre el final de su testimonio. Conversamos durante días, de forma intermitente. Cuando caía la tarde y se daban las condiciones en la casa, ella empezaba a hablar, rodeada de sus nietas, que también la escuchaban atentamente. “Ser libres sin dignidad”. Esa frase la dijo por los hijos de sus hijos. Aunque muchas jóvenes forman parte de la intifada saharaui, el miedo de los militantes históricos es el desgaste generacional. Que la resistencia termine por cansar a las nuevas generaciones. Que prefieran la vida de migrante en Europa, o de asimilado marroquí, a la de honrar su cultura y sus tradiciones en la lucha por su autodeterminación. Libertad y dignidad.

Silencios

Cuando fotografía, Rogério se vuelve parte del entorno. Maneja la cámara con respeto, consciente de sus implicancias. Y no invade, no insiste, casi no interviene. Rogério le hizo fotos a Sukaina y su familia. También a varias militantes adolescentes que entrevistamos en Esmara. Esas fotos no están. Quedaron allá, en los rollos que no pudimos llevar a Francia por miedo a que fueran confiscados en los check-points. La idea también era documentar la ciudad, las pintadas, los barrios derruidos, las manifestaciones pacíficas con banderas. Tampoco están esas fotos. En los días que pasamos en Esmara y El Aaiún, la Policía nos acosaba cada vez que salíamos de una casa o del hotel. Caminábamos y a pocos metros teníamos un auto que nos seguía. Cuando intentábamos sacar una foto, nos gritaban. Prohibido sacar fotos. Las fotos que tenemos en esas ciudades son de mi cámara turística de maestra italiana.

Antes de nuestro viaje, Rogério se había acercado a la sede parisina de Reporteros Sin Fronteras. Lo atendieron en un mostrador, donde contó la situación. Iríamos a territorios ocupados del Sahara Occidental y queríamos avisar a una organización internacional para tener respaldo. Allí lo derivaron a la encargada de África del Norte. La mujer, casualmente, era marroquí. Le pidió sus datos. Le preguntó qué íbamos a hacer. Rogério le contestó y ella quedó en contactarse. Nunca lo hizo.

Rogério había estado en los campos de refugiados de Argelia y en la zona liberada del otro lado del Muro de la Vergüenza. Allí conoció la otra parte de la resistencia: al ejército de liberación saharaui y a las familias desplazadas. Esos lugares sí pudo documentarlos y son los que aparecen en su libro Saharauis.

Rogério es callado. Puede permanecer horas en silencio. Así hicimos parte del viaje, hablando poco. Estaban pasando demasiadas cosas y las palabras eran muletas incómodas, artificiales. Yo directamente no tenía referencias. Lo que estaba mirando y sintiendo era tan diferente a todo lo vivido, que incluso mi narradora interior se quedó muda. Me cuesta describirlo, como al desierto. Pero en medio de ese peligro latente, de la escucha atenta, de personas que nos abrieron sus casas y sus vidas, de las calles sitiadas y los cascos azules inoperantes, hubo algo adentro de mí que se calló.

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Campo de refugiados de Esmara, en Tinduf, Argelia // Foto: Rogério Ferrari

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Los días eran cada vez más tensos. En El Aaiún estábamos solos y movernos era difícil. Al ser la capital del Sahara Occidental, es la ciudad más militarizada y donde los saharauis son más perseguidos. Está a 30 kilómetros del mar, tiene un centro con una plaza central terracota, y los hoteles occidentales para los cascos azules conviven con los asentamientos donde están hacinados los saharauis.

Durante el día vagamos por las calles sin mucho para hacer. Entre el ramadán y la Policía no teníamos muchas opciones. Una noche tuvimos que esperar hasta la madrugada para salir del hotel. Un coche policial nos custodió hasta la una de la mañana. Íbamos a conocer a una exdetenida desaparecida para recoger su testimonio. Cuando nos subimos al taxi y le dijimos la dirección, el chofer nos dijo que sí pero nos hizo bajar a mitad de camino. Cerca, rondaba un patrullero. “Nos entregó”, me dijo Rogério mientras caminábamos por una calle oscura. Finalmente llegamos a la casa de la mujer. Allí nos esperaban varios militantes. Tomamos notas y sacamos fotos. Pero ese material no volvió con nosotros. Como el auto policial —sin matrícula— rondaba, nos aconsejaron que dejáramos todo ahí. “Váyanse de El Aaiún cuanto antes”, nos dijeron. “Vayan a lo de Brahim Sabbar”.

Brahim

Cuando el sueño se rompe
mi corazón explota con vuestra inspiración,
mi país.
Oh, mi país, de vuestra inspiración
cuando los muros,
las rejas
avivan mi pena,
cuando las celdas estrechas,
ahí donde los muros encierran mi tristeza
la memoria me interroga o viaja para liberarse de la angustia.
Pero permanezco como una roca,
una piedra.
Qué ansiedad.
Detesto este viaje de recuerdos
porque causa dolor.

Brahim Sabbar recita el poema en hassanía y lo traduce al francés para nosotros. Lo escribió en la “cárcel negra” de El Aaiún, de donde acaba de ser liberado, tras dos años de encierro y una huelga de hambre. No fue su primera vez. Brahim es el secretario general de la Asociación Saharaui de Víctimas de Graves Violaciones de los Derechos Humanos y un activista conocido internacionalmente. El gobierno marroquí lo secuestró en 1979 y estuvo detenido y desaparecido hasta 1991. Desde entonces se convirtió en un referente de la lucha saharaui y creó su organización, proscrita por el gobierno de Marruecos. Entre verso y verso del poema, Brahim hace silencio. Estamos tomando el fresco a media tarde, sentados sobre una alfombra en un patio del predio de casas de adobe donde vive junto a su esposa y sus tres hijos, su hermano divorciado y su amigo de toda la vida Sadyk, instalado también con su familia. El hogar de Brahim queda en las afueras de Lagsabi, un pueblito en la provincia de Guelmim, en la ruta de la Playa Blanca, una franja de costa que se extiende hasta Agadir, la primera ciudad donde aterrizamos. Para llegar hasta allí viajamos durante cinco horas en un taxi colectivo desde El Aaiún hacia el norte. Estábamos agotados y ese lugar, donde se presiente el mar y se vive con cierta paz, fue un oasis. Por primera vez en una semana, nos sentimos tranquilos.

—Tampoco se relajen mucho. Antes de que llegaran pasó un auto de la Policía preguntando si estábamos alojando a un brasileño y una italiana. Fingimos demencia.

Quien habla es Sadyk, amigo de la juventud de Brahim y con quien compartieron la década de horror en las cárceles clandestinas. Son como hermanos y no pueden ser más diferentes. Brahim es alto e imponente. De gestos pausados y vestido con darrah (túnica tradicional saharaui blanca y dorada), parece un rey del desierto. Sadyk es petiso, gracioso y se viste con ropa occidental. Fue el creador del grupo de teatro en la cárcel. Los dos tienen mucho sentido de la ironía y desde ahí conectamos enseguida. Suele decirse que el humor es cultural, pero en nuestro encuentro quedó claro que tiene que ver más con una sensibilidad que con códigos sociales. Brahim y su familia, Sadyk y su familia, Rogério y yo venimos de mundos e historias disímiles, pero por algún motivo misterioso fue como si nos conociéramos de antes.

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Campo de refugiados de Esmara, en Tinduf, Argelia // Rogério Ferrari

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Durante los días que pasamos allí, cocinamos y compartimos con las mujeres —comen separadamente, siguiendo la tradición musulmana—, jugamos con sus hijos y conversamos hasta entrada la madrugada. Son días de mucho calor y la rutina es tranquila. Brahim y Sadyk se transformaron en traductores de la cultura saharaui. Hablamos de religión —muchos de ellos son ateos, o musulmanes sui géneris—, de literatura, de historia y, por supuesto, de política. Comparan lo que vive el pueblo saharaui con las dictaduras latinoamericanas.

—Cuando salí de la cárcel mi familia me daba por muerto. Mi madre había perdido el habla. Mi padre estaba muy flaco. Yo estaba en estado de shock y durante un tiempo me la pasé viajando para sacudirme los recuerdos de encima. Estaba roto por dentro. Las torturas físicas y psicológicas, escuchar a mis compañeros gritar y morir. Me sentía como un extranjero, sensación que nunca se me fue. Ahí empecé a leer mucho y a pensar en la organización. Recorrí varias ciudades para juntar a todos los exdetenidos desaparecidos para denunciar la violación de derechos humanos. En 1998 viajé a Rabat para tratar de contactar a las organizaciones internacionales y a los diarios. Desde entonces me han arrestado varias veces. En manifestaciones, pero también por levantar una bandera saharaui. Vivimos con la sensación de que nos pueden llevar presos en cualquier momento. Ya no es miedo.

Algo que dice Brahim, que también dice Sukaina, que confirman Sadyk y muchos de los sobrevivientes y militantes que entrevistamos, es que lo que los ha sostenido emocionalmente estos años es la fe. No precisamente la fe religiosa —muchos no son creyentes—, pero sí una espiritualidad que tiene que ver con encontrar un sentido. La lucha por la autodeterminación tiene sentido. Es la identidad colectiva, la memoria histórica y la posibilidad de un futuro en el que puedan juntar su bandera y su territorio.

—La intifada es nuestra estrategia más importante, la única vía para lograr algo. La ONU no respeta los tratados. Nuestra autodeterminación está detenida y nuestro pueblo en exilio y opresión, con su identidad como único país. Somos pacientes y somos pacíficos, pero Marruecos no nos va a dejar tranquilos. El único lenguaje que entiende es el de la guerra.

El lenguaje de la guerra

Doce años después de esta conversación con Brahim Sabbar, y tras dos décadas de armisticio, el Sahara Occidental entró en guerra con Marruecos. En noviembre de 2020 esta zona en conflicto silenciada fue noticia en los medios europeos y algunos latinoamericanos. El detonante fue el avance del ejército marroquí en una franja desmilitarizada del extremo sur del Sahara, en el paso de Guerguerat, en la frontera con Mauritania. Durante tres semanas, militantes saharauis habían cortado el cruce para impedir el tráfico de recursos naturales —como parte del expolio marroquí al territorio del Sahara—, y la respuesta marroquí fue con armas. Esto hizo que la RASD emitiera un decreto declarando interrumpido el alto el fuego. Desde entonces, el ejército saharaui entró en acción en la zona del Muro de la Vergüenza. El ejército marroquí responde con bombas en el muro y razias en los territorios ocupados, pero no admite que haya un conflicto bélico. Sabe que al hablar de guerra, el territorio del que se cree soberano vuelve a estar en el mapa. Como si esto fuera poco, en diciembre intervino Donald Trump con un comunicado en que reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Esta declaración fue para generar un acercamiento entre Marruecos e Israel, como parte de su injerencia en Medio Oriente. Esto hizo que el gobierno marroquí se envalentonara y la ONU tuviera que salir a decir que las palabras de Trump no cambiaban para nada la paralizada situación del Sahara Occidental. Pero la situación dista de ser estática ahora. El lenguaje de la guerra sacudió tanto a la población saharaui más joven —muchísimos dejaron los campamentos de refugiados para alistarse en el ejército— como a los militantes históricos, como Brahim Sabbar.

Desde una pantalla, conectados vía Zoom, Brahim me cuenta que ya no vive en aquel pueblito de adobe con Sadyk. Ahora está instalado en El Aaiún. Además de una pandemia que no parece afectarlo demasiado, pasaron muchas cosas desde la última vez que nos vimos. Yo me dediqué al periodismo y me instalé en Argentina. Rogério vivió unos años en Paraguay y después volvió a Brasil. Brahim obtuvo finalmente un pasaporte, gracias al apoyo de la organización irlandesa Front Line Defenders, y pudo salir por primera vez del Sahara Occidental. Viajó a algunos países europeos para defender la causa saharaui. Ahora también habla español y sigue fumando mucho. Y también continúa su hablar pausado:

—Sí, estamos en guerra. La represión en territorios ocupados se recrudeció. Desde noviembre la policía entra a las casas de las personas saharauis y se las llevan detenidas. Ahora mismo hay hasta menores de edad en las cárceles. Las violaciones de derechos humanos no cesan. Pero finalmente algo se movió, y la única manera de detener el conflicto es que reconozcan nuestro derecho a la autodeterminación. Es una lucha muy desigual: no pueden compararse las fuerzas, pero nosotros resistimos de manera pacífica durante años. ¿Viste el video de Sultana Khaya? Es una activista por los derechos humanos muy joven, cuando era estudiante perdió un ojo por una agresión policial en una manifestación. Desde noviembre está en prisión domiciliaria. En febrero se subió al techo de su casa e hizo flamear la bandera saharaui. La policía le arrojó una piedra y la golpeó. Ese video recorrió el mundo. Ahí está nuestra esperanza.

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Campo de refugiados de Esmara, en Tinduf, Argelia

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Naama

Dos años exactos después de que nos recibiera en la casa de sus padres y nos guiara sin miedo por el desierto, Naama Asfri fue detenido y condenado a cadena perpetua por un tribunal militar por participar en las manifestaciones en el campamento saharaui de Gdeim Izik en 2010. Se lo acusa de ser instigador y responsable de la muerte de 13 policías. Su esposa, la francesa Claude Mangin, lleva adelante desde entonces una campaña para su liberación. En 2016, el Tribunal de Casación anuló la sentencia del tribunal militar contra los acusados de Gdeim Izik por considerar que estaba basada en pruebas no concluyentes. La causa se remitió entonces a un tribunal civil para que se celebrara un nuevo juicio. Pero el Tribunal de Apelaciones de Rabat volvió a hallar culpables a los saharauis que participaron en las manifestaciones: se basó en declaraciones que los acusados hicieron en 2010 bajo tortura.

Durante estos años, Rogério y yo nos fuimos enterando de las noticias de Naama por correos que nos llegaban y comunicaciones con algunos militantes de allá. La última vez que Claude pudo visitarlo fue en enero de 2019; hacía cuatro años que no se veían, porque Marruecos le había prohibido la entrada al país. Pudo ingresar dos días luego de que realizara una huelga de hambre de un mes. Gracias a las denuncias internacionales, el Comité contra la Tortura de la ONU en Ginebra condenó a Marruecos por los actos cometidos contra Naama.

En una entrevista que le hicieron en la radio pública francesa, Claude cuenta que Naama no se siente una víctima. En los últimos años profundizó su interés por la filosofía y el estoicismo. Antes de que se declarara la guerra, escribió una carta pública en que reivindicaba el derecho a la rabia del pueblo saharaui.

Dice que la prisión lo liberó.

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La euforia mundialista por Marruecos eclipsa su ocupación del Sahara Occidental

Fuente: Tiempo Argentino / Por Julián Reingold

Este miércoles juegan Francia y Marruecos, que desató una euforia como el primer equipo africano en llegar a la semifinal de un Mundial. Pero detrás del furor marroquí se esconde su responsabilidad por ocupar ilegalmente el Sahara Occidental, la última colonia de África. Dos activistas de la causa saharaui explican esta lucha que ya lleva casi medio siglo.

Ahmedna Abdi y Mahfud Bechri son los primeros activistas saharauis en participar de una cumbre de cambio climático de las Naciones Unidas dado que su país, el Sahara Occidental, la última colonia de África, no tiene un asiento en este tipo de negociaciones. El pasado noviembre llegaron a Egipto denunciar la versión oficial del ocupante marroquí, que fue a la COP27 para pintar de verde su ocupación sobre el Sahara Occidental y la expropiación de los recursos naturales de los saharauis sin el consentimiento del Frente Polisario. Mientras que Marruecos se presenta como un líder regional en energías renovables, ellos no sólo exigen un espacio de representación en estas cumbres, sino también fondos para afrontar los impactos de la crisis climática, dado que están totalmente excluidos de lo que se decida en esos espacios.

Ahmedna Abdi durante un discurso en la COP27 en Egipto. En el muro de 2,700 km de minas antipersonales, el Polisario remueve esas minas y Marruecos coloca otras. Aún hay 150.000 soldados marroquíes. Créditos: Ahmedna Abdi

La arena de los relojes hizo crecer el desierto

El Sahara Occidental es un territorio que supo ser colonia española hasta el final del franquismo a mediados de las década de 1970, para luego verse bajo ocupación marroquí al momento en que Madrid falló en acompañar el proceso de descolonización.

Los ojos del mundo hoy ven Marruecos como el primer equipo africano en llegar a una semifinal de la copa del mundo, destacan su solidaridad con la causa palestina – al mismo tiempo en que restablece lazos diplomáticos con Israel – pero ningún país del mundo reconoce la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sahara Occidental – con una superficie equivalente a la del Reino Unido – y el Frente Polisario defiende su postura ante el Tribunal Europeo de Justicia y ha ganado dos juicios contra esas empresas que operan proyectos extractivistas en los territorios como fosfato – utilizado para fertilizantes – y pesca , los cuales además están siendo afectados por inundaciones, olas de calor y la expansión de la desertificación, producto de la crisis climática.

“El gobierno marroquí no quiere escuchar otra narrativa diferente a la suya” comenta Mahfud Bechri, quien llegó a la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh desde los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia, donde nació y creció. Allí se hizo presente junto a Ahmedna Abdi, otro colega de la causa saharaui, para acercar a la comunidad internacional la campaña ‘El verde de Marruecos está manchado de sangre‘, a modo de visibilizar la situación en el Sahara Occidental y los proyectos de energías renovables presentados por Marruecos en la COP27, los cuales esconden violaciones a los derechos humanos.

Ahmedna Abdi y Mahfud Bechri, activistas saharauis presentes en la COP27 en Egipto. Créditos:
Ahmedna Abdi

El joven activista saharaui también participa de otras campañas como El Sahara Occidental No Está a la Venta – la cual denuncia la presencia de empresas internacionales, como ENEL de Italia y Siemens-Gamesa de España – por lo que denunciamos el saqueo y robos de los recursos en el SO. También trabaja para organizaciones internacionales como el Instituto Internacional para la Acción Noviolenta, pero su activismo se basa en reivindicar el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación y la vulneración de los derechos humanos sufridas en la parte ocupada por Marruecos.

España es actualmente, según la ONU, el país que debería administrar el Sahara Occidental. El discurso del Reino de España ha ido cambiando, y recientemente Pedro Sánchez ha dicho que el Sahara Occidental como parte de Marruecos es una salida viable, lo cual se presenta también a la Unión Europea y el mundo entero.

A los campos de refugiados de Tinduf no llega ese rumor de espuma

España no ha denunciado las violaciones a los derechos humanos perpetradas por Marruecos, ni ha actuado políticamente y no ha cumplido con su responsabilidad colonial histórica de lograr un referendo para el pueblo saharaui, lo cual resulta en una colonización inconclusa. Los diferentes gobiernos, inclusive el actual y más progresista de la historia democrática de España, han vuelto a traicionar al Sahara Occidental mientras sucumben al chantaje marroquí en materia de inmigración y energía.

El día a día en los campamentos son bajo condiciones precarias, ya que estamos en el ‘desierto de los desiertos’, donde el verano llega con temperaturas extremas que superan los 50°C, viviendo en haimas – casas de barro -, con riesgo de inundaciones, y los hombres que no batallan trabajan de taxistas o comerciantes con ingresos muy limitados. “Aquí no hay trabajos dignos que puedan ofrecer una vida normal a la gente, por lo que se ha presionado para encontrar otra vida al conflicto. Se han sacrificado dos o tres generaciones, pero los más jóvenes no quieren seguir sufriendo así”, se lamenta Bechri.

La situación humanitaria se ha deteriorado por la inflación global en alimentos y energía, y la población saharaui espera muy poco en el proceso liderado por la ONU con un nuevo enviado especial para el Sahara Occidental, ya que hasta ahora no ha habido mayores avances, ni siquiera una mesa de negociación entre las partes. Esta es una guerra de baja intensidad, pero hay ataques diarios por parte del ejército saharaui.

“Después de la reanudación del conflicto en 2020 el impacto se ha sentido en los campamentos, con la mayoría de los hombres sumándose a las filas de combate. Hay cierta desesperación y decepción con la gestión de la ONU a lo largo de los 30 años de negociaciones, dado que no se ha logrado el referéndum, tanto por obstáculos de Marruecos como por inoperancia del Consejo de Seguridad”, comenta Bechri desde Tinduf.

“Espero que Argentina gane el mundial. Siempre fui fiel a Messi y Maradona. Los latinos simpatizan mucho con nuestra causa cuando descubren que hemos sido una colonia española”, dice Ahmedna desde Francia, donde reside actualmente. Créditos: Ahmedna Abdi

«Basta ya de derrotas”: El hombre del desierto esperó demasiado

Ahmedna Abdi reside en Francia desde hace siete años y milita en la universidad como portavoz de la Juventud Activa Saharaui – presente en Europa, África y países latinoamericanos como Argentina y Cuba – y se considera “un soldado más en la diáspora para la política y el activismo”.

“Cuando los jóvenes saharauis llegan a Europa, como refugiados que no conocen servicios básicos o una heladera llena, quedamos maravillados. Aquí hay cajeros automáticos, en Tinduf no conocíamos el dinero. Cuando no tienes nada, lo compartes todo con tu vecino”, comenta Abdi desde Francia.

Ahmedna Abdi y Mahfud Bechri, activistas saharauis presentes en la COP27 de cambio climático en Egipto. Créditos: Julián Reingold

Dentro de la geopolítica del Magreb, los saharauis consideran a Marruecos como un país colonizado por Francia, y a la corona marroquí es un protectorado francés. “Las ayudas humanitarias anuales no equivalen a las ventas de un solo día del fosfato saharaui. Por eso no creo que Marruecos sea un ejemplo anticolonial, es un aliado más de Estados Unidos y Francia, entre otras potencias. El Sahara Occidental es la última colonia de África, y Marruecos el colonizador, pero sabemos que más temprano que tarde el Sahara vencerá”, sostiene sonriente Abdi, antes de despedirse.