
El pueblo saharaui merece un estado libre y democrático donde soñar con el futuro que merece: un futuro con derechos, un futuro con recursos. Un futuro digno de ser vivido.
Leila no conoce su tierra. No conoce la tierra de sus padres. Tampoco la de sus abuelos. A sus 9 años solo conoce la inhóspita hamada argelina donde nació. Conoce su casa de barro y techo de chapa. Conoce el depósito de agua de su familia y sabe que a veces se acaba demasiado pronto. Conoce el calor inhumano y el siroco. Y las lluvias torrenciales que destrozan su casa y las de sus vecinos. Sabe lo que es tener que racionar la comida porque la cesta cada día es más pequeña. Leila nació refugiada. También sus padres. Su historia es la de su pueblo, el saharaui, que abandonado por España y ocupado por Marruecos, se ha visto abocado a una vida de resistencia.